Más alumnos, pero menos graduados que Brasil y Chile

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La relación entre los ingresantes universitarios y los egresados en la Argentina si se la compara con las cifras de Brasil y Chile arroja un vínculo inversamente proporcional. De cada 10.000 habitantes en el país, 444 son estudiantes de educación superior , un número mayor si se lo compara con la cantidad en Brasil, donde son 384 sobre esa misma proporción de personas y 363, en Chile. Sin embargo, en la Argentina se gradúan 29 personas por año, mientras que en Brasil lo hacen 56 y en Chile, 49.

Estas cifras se desprenden del último informe publicado por el Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.

El reporte se elaboró sobre la base de los anuarios estadísticos universitarios de la Argentina, el censo de Educación Superior de Brasil y el servicio de información de educación superior del Consejo Nacional de Educación en Chile. La comparación se realiza entre la cantidad de estudiantes y graduados en los sistemas de educación de gestión pública y de gestión privada en el período comprendido entre 2003 y 2016.

En el documento se establece que la evolución de la graduación universitaria entre esos años fue del 59% en la Argentina, del 120% en Brasil y del 172% en Chile. En tanto, si se toma la cantidad de graduados por cada 100 estudiantes registrados en 2016, el informe distinguió que fueron seis los egresados universitarios en la Argentina, 14 en Chile y 15 en Brasil.

Alieto Guadagni, director del CEA, señaló a LA NACION que las diferencias entre los distintos países de la región se explica por el «sistema de ingreso irrestricto» que predomina en las universidades públicas de la Argentina. Es decir, que según su visión, no hay estimulación suficiente durante la educación secundaria para los ingresantes universitarios.

Sin embargo, en Brasil y Chile hay exámenes generales de finalización del nivel secundario: el ENEM en Brasil y la PSU en Chile, que se toman para ingresar en la universidad.

«No hay aliciente para prepararse en las escuelas secundarias y después de estar un año en la universidad, la mitad no aprobó más de una materia. Es como si alguien tuviera que correr una carrera, si se entrena antes llegaría mejor al resultado», graficó Guadagni.

Claudia Romero, doctora en Educación y directora del área de Educación de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, amplió esa perspectiva y además del sistema de ingreso irrestricto sumó otras cuestiones.

«El sistema universitario argentino aparece como más inclusivo y esto se debe a las características del ingreso irrestricto de la mayoría de las universidades de gestión pública, pero también hay una mala preparación del secundario, incluso de la escuela primaria», sostuvo Romero.

Tecnicaturas

Romero añadió que el sistema de educación superior está abocado casi exclusivamente a los estudios universitarios, mientras que «hay alumnos que podrían ser exitosos en otro tipo de estudios no universitarios superiores, como tecnicaturas o formaciones a veces más cercanas a las habilidades del mundo del trabajo y de la formación práctica».

También mencionó que el sistema educativo argentino está condicionado por el factor socioeconómico. «Más de la mitad de los jóvenes hoy están debajo de la línea de pobreza y ese componente puede volverse incompatible con la graduación universitaria», consideró.

Ana Fanelli, investigadora del Conicet y del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), coincidió en que las causas de este fenómeno tienen que ver tanto con la formación académica media como con las estrategias de las universidades para compensar las deficiencias que los alumnos arrastran del nivel secundario.

Sin embargo, Fanelli también destacó que hay que profundizar dentro de este análisis los niveles de suspensión, abandono o cambio que ocurren entre los estudiantes de carreras universitarias.

Además, opinó: «Seguro que si hay exámenes de admisión, la tasa de graduación va a ser más alta, pero eso no soluciona el problema. Pensaría que hay un problema de aprendizaje en la escuela media, sumado a las dificultades económicas o familiares, que pueden tener los alumnos».

«También las instituciones universitarias cuentan con un contexto en que entre los docentes hay muy pocos con dedicación exclusiva, y es difícil hacer un seguimiento personalizado de los alumnos. Entonces es muy difícil obtener resultados», finalizó Fanelli.

Brasil y Chile

En este escenario de desequilibrio entre el rendimiento de los estudiantes universitarios entre los tres países, hay que tener en cuenta las diferencias entre los distintos sistemas de la educación superior correspondientes.

Por ejemplo, en Brasil y Chile son similares en la distribución de sus universidades: mientras en esos países las instituciones privadas representan aproximadamente el 75% del total, en la Argentina es al revés. Además, ambos países cuentan con exámenes de admisión para que los jóvenes puedan acceder al nivel superior de estudios.

Como explica Marcelo Rabossi, especialista en educación de la Universidad Torcuato Di Tella, en Brasil se permite que las universidades sean asociaciones con fines de lucro y las entidades públicas, que son la minoría, solamente permiten el ingreso a unos pocos cupos de alumnos.

«Brasil tiene un sistema en el que conviven universidades estaduales, federales y municipales, que son públicas. Son universidades mucho más pequeñas, elitistas y gratuitas, pero concurre solamente el 25% de la totalidad de los alumnos», indicó el especialista.

Para ingresar en la universidad se toma un examen llamado vestibular y los estudiantes que obtienen el puntaje más alto pueden llegar a la universidad pública y gratuita, en tanto que el resto concurre a las instituciones privadas.

El caso chileno es más parecido al sistema que funciona en Brasil. Allí hay dos grandes sectores: las llamadas universidades del consejo de rectores, que son 27 establecimientos superiores que se encuentran bajo la órbita del Estado y parte de su financiamiento se cumple por medio de asignaciones presupuestarias públicas directas. Dentro de este grupo, algunas son instituciones privadas, pero no pueden constituirse con fines de lucro. En cambio, el resto de las universidades son puramente privadas.

En todos los casos, las universidades públicas cobran aranceles. En relación con el ingreso, se toma un examen general y aquellos que cuentan con el mayor puntaje pueden elegir una universidad y el Estado otorga un subsidio que funciona como incentivo para esos alumnos.

La Nación


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