Fundación Varkey: “El buen docente es aquel que busca transformar el contexto en el que está”

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Agustín Porres sabe que cumple una misión importante. Tal vez por eso no sea un hombre de alto perfil. Porres es el director regional para América Latina de Fundación Varkey, una organización comprometida con la educación y el empoderamiento de los docentes.

Entre las acciones más resonantes de la fundación está el Global Teacher Prize, un premio anual que entrega un millón de dólares al mejor maestro del mundo. El premio es mucho más que una noticia impactante: todos los ganadores y finalistas se han convertido en agentes de cambio y han influido en las decisiones de la política educativa de la región. Pero el GTP no es lo único. Este año desde Fundación Varkey se promovió la creación de “Comunidad Araucaria”, una red de ministros de Educación de América Latina como una manera de que las personas que toman decisiones que afectan a millones de personas no lo hagan en soledad.

Agustín Porres visitó el auditorio de Ticmas y habló de los objetivos, desafíos y riesgos que deben tomarse en pos de lograr un salto de calidad en la educación de Argentina y la región.

Hay en la web de la Fundación una pregunta que le hicieron a un montón de chicos: “¿Con qué sueñan los niños en la Argentina?”. ¿Qué respondieron?

—Les pedimos a los chicos que escribieran una carta sobre el país que soñaban, y después, con un ejercicio de inteligencia artificial, las procesamos para encontrar una sola carta que las unifique. Cuántas veces nos preguntamos a quién estamos educando. Bueno: qué sueña esa persona a la que estamos educando. Lo que sueñan los chicos es un país mejor. Querían mejorar la situación ambiental, el vínculo con la naturaleza, con las personas para salir de la pobreza, querían mejorar la situación en la que vivimos.

La Fundación Varkey tiene una mirada que habitualmente queda asociada a hacer un trabajo desde lo positivo. Mientras otras organizaciones miran lo que falta o falla, y no digo que sean miradas necesariamente opuestas, ustedes intentan partir de lo positivo. ¿Es así?

—Sí. Sin escaparle a la urgencia, partimos de los puntos que nos dan esperanza. Hay cosas que andan bien y que hay que mejorarlas. Hay gente que lo está dando todo, y es con ellos que se puede transformar. El objetivo es revalorizar y elevar el estatus de la profesión docente. Apoyándonos en lo bueno y siendo muy conscientes de que el terreno de la mejora es enorme, podemos construir desde ahí.

—¿Qué buscan conseguir?

—Hay una palabra que resuena en todos los ámbitos, y es “transformación”. Con sus mil connotaciones. Tiene que ver con un cambio en el sistema, pero también con un cambio individual: que cada uno de nosotros pueda ser mejor mañana. Por eso, nuestro último lema es “Transformando escuelas”. Es un proceso en el que todos nos tenemos que embarcar. Una escuela no se transforma sola, no la transforman algunos actores, sino que se transforma cuando jugamos en equipo.

También se dedican a la formación docente. ¿Qué es un buen docente?

—Un buen docente es aquel que busca transformar el contexto en el que está, que toma lo dado y busca mejorarlo, que está un paso más adelante entendiendo las capacidades y las potencialidades de los chicos. Cuando hacemos el Global Teacher Prize, los finalistas son muy diversos por área, por tema, por edad, por contexto, por país. Pero en todos hay una búsqueda de transformación en el aula y en la comunidad.

El Global Teacher Prize entrega un millón de dólares, pero que va más allá del dinero. ¿Cómo es el acompañamiento con el ganador y los candidatos?

—A lo largo de los años se ha formado una comunidad con todos los finalistas. Se dio de una manera muy natural, porque se fueron conociendo y empezaron a trabajar juntos, creando proyectos que escalan y los trasciende. El ex ministro de Perú es un docente finalista; el presidente lo conoció por el premio y lo puso de ministro. El de San Pablo contrató a tres finalistas y me escribió pidiéndole que le avise sobre nuevos finalistas para sumarlos al equipo.

—Martín Salvetti, que fue finalista en 2019, es subsecretario de Educación de Lomas.

—Sí, fue tomando más responsabilidades en su campo de acción. Nosotros decimos que el premio, más que lo que les da a ellos, es lo que ellos le dan al resto de los docentes. En esa exposición, en mostrar un ejemplo y un camino, hay algo que se contagia al resto de los docentes. No la motivación de buscar el premio, sino de motivarlos a buscar la transformación de la realidad en la que están. Eso es lo más importante. No importa el monto del premio. El premio no transforma. Lo que transforma es el docente. Nosotros decimos que es como prender un reflector. Algo que antes estaba en la sombra, ahora lo vemos. El premio es la oportunidad de visibilizar lo que está pasando.

¿Todos los profesores que ustedes destacan son los que hacen algo más por fuera del aula?

—Sí, pero lo hacen desde el aula. Se trabaja en el aula, que es el lugar donde tenemos que estar, donde queremos que los chicos estén. Y desde ahí, se busca transformar.

El ministro de Educación de la Nación, Dr. Jaime Perzcyk, y Agustín Porres, director regional para América Latina de Fundación Varkey (foto: Agustín Brashich)El ministro de Educación de la Nación, Dr. Jaime Perzcyk, y Agustín Porres, director regional para América Latina de Fundación Varkey (foto: Agustín Brashich)

La Fundación Varkey es también un actor que interviene en la política pública. ¿Cómo es la relación con los gobiernos?

—Para nosotros es una condición. Los gobiernos tienen el mandato de liderar la transformación educativa, de marcar el rumbo, y nosotros acompañamos. Incluso con la formación docente nos ponemos al servicio del que tiene la responsabilidad última. En los distintos países de la región donde trabajamos, tratamos de hacerlo en alianza con los gobiernos. Alianzas de todo tipo: construir juntos, diseñar, que nos avalen a trabajar, que podamos responder a una necesidad que ellos tienen. Validar el contenido, pero también la visión. Ellos asumen una responsabilidad y nosotros creemos que hay que acompañarlos y ponerse al servicio. Hay un bien mayor al que cada uno sumamos como parte de un equipo.

El primer encuentro de Comunidad Araucaria fue en Washington.

—Comunidad Araucaria es una comunidad de ministros de Educación de América Latina. La creamos en enero entendiendo la dificultad de los gobiernos en la educación. Fue un viaje de formación. Hicimos un curso en la Universidad de Georgetown para ellos. También fue un viaje de exploración: visitamos Think Tanks, visitamos el Ministerio de Educación, visitamos escuelas con todos los ministros. Queríamos generar una comunidad donde ellos pudieran trabajar juntos, mucho más allá de lo protocolar o de lo formal. Los ministros se conocieron personalmente y hoy siguen en contacto. Eso permite acelerar el camino para una transformación regional. Un ejemplo muy claro es que, a fines de marzo, se firmó un acuerdo de cooperación entre el Ministerio de Bogotá y el de Uruguay. Un convenio de cooperación con diez puntos. Y cuando lo publicaron en redes, mostraron la foto de una servilleta: esa servilleta la escribieron en un bar en Washington en uno de los pocos momentos libres. Creemos en las instancias de encuentros como la de Washington y vamos a replicar otras.

¿Ustedes incentivan los encuentros posteriores entre ministros? ¿Cómo miden el éxito de la reunión?

—En primer lugar, diría que los ministros nos ganaron por goleada. Porque la participación activa, la generosidad y los vínculos superaron las expectativas. Hablan mucho más de lo que nosotros esperábamos. En ese viaje hicimos un ejercicio para identificar problemas y soluciones. Cada ministro presentaba cinco problemas y con las soluciones que estaban implementando. Ahora, con ese mapeo de necesidades, elegimos dos temas: la transformación de la secundaria y la alfabetización. Estamos organizando viajes de encuentro con estas temáticas: ir a visitar lugares donde hay un trabajo destacable. Van a ir diez ministros a cada uno para conocer la experiencia y a replicarla. Y esperamos una vez por año poder reunirlos a todos. Antes de comenzar la comunidad entendimos que hay mucha soledad en esa posición. Es un lugar de mucha exposición, de mucho trabajo, es desgastante y muy ingrato. Encontramos líderes que nos sorprendieron por su capacidad y por su vocación de servicio.

No había red, ¿no?

—No, y esto quedó claro cuando se encontraron de una manera muy distinta. Te cuento dos imágenes. Una: tuvimos un curso en Georgetown y la ministra de Ecuador nos dijo que, a todas las reuniones a las que iba, se esperaba que ella supiera todo —qué decir, qué hacer, cómo hacer—, pero acá venía a tomar apuntes, a escuchar y aprender. Qué más sano que eso. La otra fue que, un día, entre una reunión y otra, hicimos el trayecto caminando por el medio de la ciudad. Ahí se conocieron y se generaron los acuerdos. Fue formación y encuentro. La educación necesita de eso. Necesita que trabajemos como equipo.

Infobae


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