Especialistas analizan el aumento de noticias falsas en tiempos de pandemia

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En los tiempos que corren son parte ya del manejo más o menos común palabras como trollsbots, o fake news (noticias falsas, las que para nada nacieron con las redes sociales sino que existen desde que se comunica algo). Son, en síntesis, piezas de construcciones maliciosas, generalmente mentirosas y con incidencias en comunidades virtuales y, al fin, en el universo político. Y entre pandemia y cuarentena, entre incertezas y temores lógicos en la ciudadanía, las falsedades y operaciones asedian más en días de encierro.

Granjas de trolls que en las redes buscaron alimentar paranoia con que habría desabastecimiento en los supermercados; la falsa cuenta de Twitter con un hombre (ver la imagen principal de esta nota) denunciando la muerte de su madre por Coronavirus al no haber podido acceder a un respirador y por lo cual culpaba al Estado; mensajes descalificatorios a políticos y a personas públicas; agites para cacerolear desde el aislamiento de los balcones. Los “mensajeros” siguen trabajando.

Trolls y bots

Hay varias referencias a la voz troll. Una de ellas dice que deriva de trolling, que para la jerga del ejército de Estados Unidos en los ’70 era “intentar provocar una reacción”. Y lo cierto es que ese es el sentido de un troll en la actualidad en las redes sociales. “El término troll se le asigna a una persona que se involucra en chats, foros, opiniones de noticias, redes sociales, con intervenciones ofensivas, provocativas, discriminatorias, violentas, que busca llamar la atención o generar conflictos con otros usuarios del mismo espacio virtual que se sienten afectados por sus comentarios o aportes”, explica Pedro Zárate, del Instituto de Informática de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN) de la UNSJ. “Los mensajes pueden ser textos escritos, imágenes, gifts, audios o videos”, agrega. Y sobre qué es un bot, nombre que viene de robot, Zárate indica: “Es un programa informático creado para imitar el comportamiento humano, una cuenta automatizada administrada por un algoritmo y no por una persona real. La funcionalidad de los bots va desde tareas muy sencillas y repetitivas a tomas de decisiones más complejas. Los mayores usos de los bots son para la automatización de pedidos, atención al cliente, solicitar reservas en plataformas, mensajería. Pero existen los bots maliciosos que se crean para propagación de virus, envío de spam, ataques cibernéticos”.

Luciano Gallup, en su libro “Big Data y Política – De los relatos a los datos. Persuadir en la era de las redes sociales”, muestra una arista de cómo trabajan los bots. Dice que hay ataques que parten “de alguna cuenta insignia, con cierto nivel de autoridad en la red –es decir, con muchos seguidores-, que pone el primer ladrillo en la pared subiendo algún contenido o comentario. Tras este primer paso aparecen los bots, cuya tarea es sumarle alcance a ese contenido a partir de la reproducción mecánica y en grandes volúmenes de los tuits o los posteos originales (…) El trabajo de cada uno de estos bots puede generar de 200 a 300 tuits por hora”.

Congruencias  

La cientista social Natalia Aruguete y el politólogo Ernesto Calvo acaban de publicar el libro “Fake news, trolls y otros encantos – Cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales”. Allí mencionan la “Topología de una red”, en un sentido no matemático. Explican que las redes sociales crean encuadres que se estructuran por la forma en que individuos con una ideología similar y percepciones semejantes tienden a conectarse en una red. Es lo que denominan “Topología de una red”, es decir, una comunidad que comparte una ideología determinada. Allí el troll y la noticia falsa pueden operar, en una u otra dirección, desde uno u otro encuadre o cosmovisión.

En diálogo con Revista La U, Natalia Aruguete señala que “por un lado hay una especie de autoridad en las redes que puede ser un troll, un medio de comunicación, un político, que propone un encuadre y el usuario dispone si lo comparte o no. La fake news de un troll va a ser compartida y va a alcanzar propagación en la medida en que los usuarios que participan de su comunidad acuerden con ese mensaje y por ende lo compartan. La topología de red hace que se vaya multiplicando. En la medida en que compartamos información porque hay una congruencia cognitiva, y se vaya multiplicando, todos vamos conformando encuadres. El encuadre en las redes se va a construyendo a partir de fragmentos. Cuando el mensaje es coherente con ideas previas de la persona, se acoge y hay mayor propensión a compartirlo”.

La grieta

Aruguete y Calvo hablan también de balcanización de las narrativas. La autora explica a esta revista que la balcanización “supone que cuanto más confirmamos nuestras comunidades y nos cerramos dentro de comunidades de iguales, más rechazamos todos los mensajes que vienen de la otra comunidad”. La balcanización de las narrativas está ahí en lo que se conoce como “la grieta”. Y en este juego, un troll puede provocar “la ruptura del consenso político”. Esto es: “Aun cuando se sabe que la información es falsa, se la difunde (…) no con el objetivo de comunicar sino para insultar y hacer enojar a quien recibe el mensaje”, apuntan Aruguete y Calvo en el libro.

Call centers

Está en el imaginario colectivo la existencia de lugares llamados Call centers que organizan y controlan la actividad de trollsbots y cuentas fake. “Cuando se piensa en estos call centers hay que borrar de la mente la idea de una gran oficina desde la que se dirige el plan siniestro a ejecutar en las redes. La organización de estos ataques es celular, no concentrada”, explica Luciano Gallup en “Big Data y Política”. Este autor prefiere para esta especie de organización el término “Cibertropas”, y sobre el fenómeno menciona que se trata de “un sistema complejo y descentralizado en el que actúan organizadamente los tres actores posibles: los trolls –influencers con cuentas reales y hasta, en algunos casos, verificadas-, bots y cuentas fake”.

Natalia Aruguete afirma a esta revista que “trolls hay en toda la red, por todos lados y están pagados por dirigentes buenos y malos”. “En estos momentos (de pandemia) apuestan a generar alguna operación política que embarre la cancha del contrario”, dice. Y cuenta: “En eventos que analizamos en los últimos cuatro años, en los que las conversaciones se habían balcanizado y los trolls tenían mucho protagonismo, en general esos trolls, que coincidían con cuentas falsas, estaban en la comunidad que era proclive al macrismo”. Luego ensaya: “Una puede saber, aunque no de una manera tan sistemática, que cuando un dirigente político o candidato contrata una consultoría, en algunos casos esas consultorías también ofrecen campañas digitales que, en algunas ocasiones, incluyen operaciones políticas de trolleo. Pero esto está distribuido por toda la dirigencia porque, además, dirigentes de Cambiemos también han sido objetos de trolls”.

El programador universitario y abogado Pedro Zárate entiende que “Internet da para todo y muchas veces sorprende; entre esas cosas hay gente que menciona que su profesión es Troll, entonces es lógico pensar que hay o son útiles para alguien que hace negocio con eso. No solo se mueven por polemizar, confrontar, por odio o diversión, sino también por dinero. El que paga es el interesado en provocar el efecto esperado”.

Dónde actúan

Varios/as autores/as sostienen que las actividades de trolls, bots y cuentas falsas se desarrollan en todas las redes sociales pero que es en Twitter donde más se concentra su actividad. Twitter “tiene una política de libertad de expresión mucho menos restrictiva, por lo que las cuentas son mucho más fáciles de administrar y crear”, refiere por ejemplo Luciano Gallup, y agrega que esa red tiene un sistema (API) “que permite crear y automatizar cuentas. Es decir, crear bots”. Pedro Zárate sin embargo remarca que “no existe un estudio y mucho menos una estadística que refleje números de trolls y bots en redes sociales”. Natalia Aruguete, por su parte, admite que Twitter es una red políticamente muy intensa, “pero también hemos visto que las principales circulaciones de fake news se dan en Facebook. En Facebook somos amigos, no como en Twitter, donde seguimos a alguien que se vuelve autoridad, pero no necesariamente ese alguien nos sigue a nosotros. La mayoría de las campañas monumentales de noticias falsas tienen lugar en Twitter, Facebook e incluso en Youtube, mucho más que en whatsapp. La principal plataforma en la distribución de fake news en la campaña electoral de Brasil fue Youtube, con videos muy sofisticados con financiamiento del exterior de ese país”, desliza.

Cuestiones legales

Pedro Zárate marca que el anonimato que permiten las plataformas es el escudo más valioso que tienen los trolls y señala que se puede denunciar cuando la publicación es “injuriante, lesiona derechos de las personas o atenta contra el orden público”. En ese sentido, María del Carmen Becerra, abogada y docente de la FCEFN – UNSJ, define para Revista La U que aunque los comportamientos de los trolls puedan resultar muy molestos y ofensivos, “la mayoría de ellos no constituyen delito alguno, por lo que lo único que se puede hacer es denunciar estos perfiles ante la red social o plataforma correspondiente para que, si atienen a bien, cancelen o suspendan el perfil de acuerdo a sus términos y condiciones particulares de uso”. “No hay una ley en sí que regule el comportamiento de los trolls”, dice Becerra. Sin embargo, cita a un abogado especialista en nuevas tecnologías y agrega: “Si hay una injuria o calumnia se puede hacer la denuncia y ahí pedir la identificación del perfil del usuario”. Y en caso de que se considere que mensajes por alguna red social constituyen un acto discriminatorio, Becerra apunta que la Ley 23.592 prevé hasta tres años de prisión. “Se debe denunciar –dice-, pero hay que buscar un abogado especialista y un perito informático que asegure la prueba”.

La abogada docente recuerda que un hombre fue denunciado por publicar noticias falsas sobre Coronavirus en Puerto Madryn. “Fue allanado y se le imputará el Artículo 211 del Código Penal, que reprime con prisión de dos a seis años al que para infundir un temor público o suscitar tumultos o desórdenes, hiciere señales, diere voces de alarma, amenazare con la comisión de un delito de peligro común, o empleare otros medios para producir tales efectos”, subraya María del Carmen Becerra.   

Revista U – UNSJ


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