¿Apagón digital en la escuela? Suecia frena la inversión en pantallas y vuelve a los libros

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Suecia empezó a disputar con su vecina Finlandia la atención global de pedagogos y especialistas en educación. El pasado 15 de mayo, la ministra de Escuelas, Lotta Edholm, canceló el plan de educación digital de la Agencia Nacional de Educación Escolar, y decidió que el financiamiento previsto se oriente ahora a la distribución de libros de texto en las escuelas.

El Gobierno sueco anunció que destinará 685 millones de coronas (60 millones de euros) este año y 500 millones (44 millones de euros) anuales en 2024 y 2025, para acelerar la vuelta de los libros a las aulas. El objetivo oficial es garantizar para cada estudiante un libro por asignatura, en un país con 10 millones de habitantes. “Esto forma parte del regreso de la lectura a la escuela, en detrimento del tiempo de pantalla”, dijo la ministra.

La decisión de Edholm –que asumió su cargo en octubre del año pasado, en el marco de un gobierno de coalición de centroderecha– llegó luego de que se conocieran en mayo los resultados de las pruebas internacionales PIRLS, que evalúan la comprensión lectora en estudiantes de 4° grado de primaria (y en las que Argentina no participa). Aunque los estudiantes suecos se ubican en el 8° puesto a nivel global y superaron el puntaje promedio de la Unión Europea, los resultados del país nórdico están por debajo de los alcanzados en la edición previa de 2016.

Con 544 puntos en la prueba de comprensión lectora, la caída de Suecia entre 2016 y 2021 (con la pandemia de por medio) fue de 11 puntos, equivalentes a apenas un 2%. “Tenemos una crisis de lectura en las escuelas suecas. Corremos el riesgo de ver una generación de analfabetos funcionales”, advirtió la ministra en una conferencia de prensa, en la que asoció el retroceso en la comprensión lectora con el avance de las pantallas.

Algunos especialistas cuestionaron el enfoque de la medida anunciada por el gobierno sueco. Consultado por Infobae, Fabio Tarasow, coordinador académico del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de Flacso, planteó que es equivocado centrar el problema en la dicotomía entre dos tecnologías: “Más allá de la carga política que se le quiera agregar por las características de la política sueca, la cuestión es pedagógica y no tecnológica (libro o pantalla). Lo importante es qué tipo de actividades se proponen a los alumnos”.

En otras palabras, no es una cuestión de soportes, sino de propuestas de enseñanza: “Podemos favorecer la comprensión lectora y el pensamiento crítico sea con libros o con pantallas, o podemos estimular un aprendizaje memorístico, fáctico e inútil, sea con pantallas o con libros. Lo que cuenta es la propuesta didáctica, qué actividades tienen que hacer los alumnos a partir de la información, qué problemas van a resolver, cómo van a procesar y transformar la información en conocimiento”, agregó Tarasow.

De acuerdo con esta idea, una misma herramienta –sea un libro o una tablet– puede potenciar el aprendizaje o ser un factor de distracción: todo depende de que la actividad planteada por el docente prevea un uso significativo. “Como amplificadores de las potencialidades cognitivas de los alumnos, los dispositivos digitales tienen ventaja, aunque en ocasiones también son un canto de sirenas que promueve la dispersión”, señaló Tarasow.

Alejandro Artopoulos, director de investigación y desarrollo del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad de San Andrés, también rechazóla oposición entre dispositivos digitales y libros impresos: “Las pantallas no son un sustituto de libro. La lectura de redes sociales o de textos en pantallas brillantes resulta tediosa pasado cierto umbral de tiempo, cansa los ojos y la atención. Es difícil cultivar buenos hábitos de lectura en la sociedad de la inteligencia artificial”.

Artopoulos resaltó la proliferación de experiencias “híbridas” de lectura: “No solamente los sistemas educativos de países con alta tasa de digitalización como Suecia se están preguntando cómo recuperar estos hábitos. Las compañías que quieren innovar en la lectura digital también lo han notado y lanzaron un nuevo tipo de producto que resultó muy exitoso, el intelligent paper, una tableta con tinta electrónica sin distracciones, exclusivamente dedicada a la lectura y la escritura de textos desconectados”.

Si bien se suele imaginar a los países nórdicos como democracias con continuidad en sus políticas públicas, algunos analistas interpretaron la decisión del gobierno sueco –que asumió hace apenas 8 meses– como un gesto “fundacional” que busca romper con las políticas de la gestión anterior. La inversión en libros se complementará con un presupuesto equivalente a unos 4 millones de euros para reforzar el desarrollo de la lectura y la escritura, según informó el diario La Vanguardia.

La ministra Edholm ya había anticipado sus cuestionamientos al uso de las TIC en las escuelas en una columna de opinión publicada el pasado 21 de diciembre en el diario Expressen, en la que cuestionaba la “actitud acrítica que considera la digitalización como algo positivo, cualquiera sea su contenido”, y que desplazó a los libros de texto “a las estanterías”, aunque tienen “beneficios que ninguna tablet puede reemplazar”.

La reacción del gobierno sueco a los resultados de la prueba PIRLS suma así su capítulo local a la preocupación internacional por los niveles de comprensión lectora. Recientemente, el Departamento de Educación de Nueva York declaró la alfabetización y la enseñanza de la lectura como “prioridades” de la política educativa, al lanzar la campaña “Nueva York Lee”. En Argentina la Campaña Nacional por la Alfabetización, impulsada por más de cien organizaciones de la sociedad civil, busca visibilizar la situación crítica de la comprensión lectora y promover la prioridad de la alfabetización en la agenda educativa. Como parte de la iniciativa, hace unos días el Gobierno de Chaco firmó el “Compromiso por la Alfabetización”, que busca garantizar que todos los estudiantes de tercer grado comprendan textos adecuados a su edad.

Infobae


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