Desde septiembre de 2021 es secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Ella contó que su historia familiar marcó su carrera profesional desde el momento que sus padres inmigrantes polacos judíos se establecieron en Costa Rica cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Ese país les abrió sus puertas y les brindaron oportunidades para vivir dignamente y ser respetados tal cual eran. Ese reconocimiento llevó a Rebeca Grynspan a plantearse cómo hacer para que todo el mundo pudiera tener un camino de oportunidades. Así fue como, con una formación en economía se dedicó al estudio del desarrollo humano.
La funcionaria ocupó diversos cargos de importancia en su país, como el de vicepresidenta segunda, entre 1994 y 1998. Recibió a Alberto Barbieri en sus oficinas de Naciones Unidas en Ginebra.
La primera cuestión que se analizó, en vistas a la transformación tecnológica, fueron las áreas de especialización que se vienen. “Nos preocupa enormemente las nuevas habilidades, la posibilidad de tener un gran desempleo, que una gran parte de la gente de más edad que no pueda insertarse en ese nuevo mundo ¿Qué hacemos con eso? ¿Cómo logramos hacer la transición para los que pueden hacer la transición y cómo efectivamente aceptamos que hay un grupo enorme de gente que no va a poder hacerla? Y además el hecho de que habrá sectores que vivirán en el siglo XXII rápidamente, y se habla de sectores que quedarán rezagados”.
“Hacer esta transición es posible -explicó Grynspan- con más equidad y poniendo mucho más el desarrollo humano y el ambiental en el centro de nuestra preocupación, porque la transición digital tendrá que ir de la mano de la climática. Requerirá grandes acuerdos internacionales y pactos sociales dentro de los países. La pregunta es si la política nos va a dar el chance de poder hacer eso”.
Ante este mundo con profundos cambios en lo comercial, digital y en lo laboral, Barbieri quiso saber hacia dónde el mundo debería ir en temas de política educativa, y se preguntó si el enciclopedismo se acabó o se deber hacer uno que contenga habilidades y cuestiones prácticas. “Recuerdo haber conversado contigo cuando eras rector de la Universidad de Buenos Aires. Tenemos carreras que duran 6 años, en 6 años el mundo cambió. Lo que les enseñamos en el primer y segundo año de carrera, no sirve cuando están en el sexto. Algo tiene que cambiar en el sistema educativo. El conocimiento está cambiando de manera tan acelerada, que necesitamos tener sistemas que sean mucho más flexibles, ágiles, menos enciclopedistas; hay que cambiarlo menos enciclopedista en el sentido de que tenemos que educar con valores, tenemos que entender la historia. Necesitamos flexibilidad, podremos hacer las dos cosas… porque no estoy de acuerdo con que el mundo actual no sirve aprender del pasado”.
“No nos olvidemos de que estamos educando seres humanos, no robots, para la inteligencia artificial. Y que los valores, la forma en que dirijamos nuestras sociedades, el contenido de nuestra sociedad, dependerá también de esa educación el balance entre estas dos cosas deberá darnos el camino correcto para esa transformación”, aseguró.
En una reciente encuesta de percepción elaborada por el Observatorio Hacer Educación, que dirige Barbieri, dio como resultado una coincidencia en educar en valores y hacían hincapié en la calidad educativa. El ex rector le preguntó por su país, Costa Rica, caracterizado, a nivel regional, por estar por encima de los valores medios de calidad en América Latina. “Desgraciadamente el mundo, los países están bajo enormes tensiones. La primera es poner la educación como el proyecto de sociedad, de todos los sectores”.
“Yo creo que en Costa Rica lo que pasó por mucho tiempo es que no importaba de qué partido político fueras o quién estuviera en el gobierno, la educación representaba el centro de un proyecto nacional de país. Y eso requiere de un gran pacto social. Y yo creo que eso hizo que por muchísimos años, la educación sirviera, para garantizarle al país una visión de futuro que la guió en muchos de los éxitos que Costa Rica ha tenido”.
“La segunda es que por esa razón y por mantener la calidad de la educación la clase media siguió en la educación pública. Porque gran parte del problema es cuando la clase media se sale de la educación pública, es como decía Hirshman, entonces, los que tienen dinero se van a la educación privada y los que tienen voz, hacen cualquier cosa para que sus hijos vayan a una educación de calidad. Mantener a los sectores medios como la garantía de la calidad educativa para todos, en el sector público en la educación pública, es un elemento fundamental para el éxito de cualquier sistema educativo y eso es lo que estamos viendo resquebrajarse en este momento. La salida de los sectores que apuestan por una educación de calidad porque creen que ese es el futuro de sus hijos y de la educación pública, es la condena de la educación pública a una educación de baja calidad con pocos recursos, y al final dirigida a cumplir formalmente un mandato pero no en realidad a tratar de sacar los sectores menos favorecidos, o más pobres de la sociedad, a través de la movilidad social que da la calidad educación”, aseguró.
Alberto Barbieri coincidió en estas apreciaciones y las considera centrales, en un año eleccionario en nuestro país. “Voces como la tuya, que marquen que la educación sigue siendo un bien público, un derecho humano y que tiene que ser de calidad para todos es fundamental, más cuando algunos creen que esas cuestiones no son importantes; coincido que el desarrollo del país pasa claramente por ese lado”.
Barbieri recordó que, en nombre de todos los rectores de Iberoamérica le había entregado, diez años atrás, la Carta de Río, que hablaba en educación superior, en los que se hacía hincapié en esos valores en los que Grynspan hace referencia. Ante la pregunta si América Latina está mejor o peor, la secretaria dijo que si bien veía brotes de esperanza, no percibía “un movimiento con la fuerza requerida para el cambio que estamos viviendo”.
Describió que el momento económico que se atraviesa es difícil, a tal punto que la CEPAL habla de una década perdida para América latina. “Estamos en un momento donde la deuda vuelve a ser un problema; tenemos el temor de que el tema de la austeridad vuelva rápidamente a ser un requisito para mantener cierta estabilidad macroeconómica, si el mundo internacional no toma esto en serio, y proporciona al mundo en desarrollo más liquidez y un alivio de deuda para algunos de los países. A mí eso siempre me preocupa porque cuando eso pasa, entonces volvemos a oír las mismas voces que combatimos en los 80s diciendo: “Hay que financiar la educación pública pero la primaria y la secundaria, la universidad que cada uno se la pague”.
Grynspan advirtió que eso divide a la sociedad y cierra la puerta de oportunidades para un amplio sector de la población. “Y limita a la educación a un papel que no es su único objetivo, que es el balance de las oportunidades o de la distribución porque la educación tiene un papel fundamental para poder insertar a nuestros países en un mundo nuevo. Y si le quitamos ese papel y, como dices, la posibilidad de que las universidades se transformen en centros no sólo de enseñanza, sino de real investigación, de real innovación para la sociedad, como un motor importante de la innovación en el sector privado y en el sector público que requiere también de grandes transformaciones y las universidades tienen que ser ese centro”, aseguró.
Reclamó ser autocríticos, cuestión en la que Barbieri coincidió: “Las universidades tienen que transformarse a sí mismas; pensar que vamos a ganar esta batalla sin ninguna transformación de nuestras universidades, de nuestro sistema educativo de educación superior significa condenarnos al fracaso”.
Barbieri se refirió, además, a la cuestión de la longevidad, relacionada a los trabajos del futuro y la esperanza de vida, que cada vez es mayor. “En una reunión de la OIT se señaló que las universidades ya no podían decirle adiós a sus graduados cuando se graduaban, que tenía que prepararse para tenerlos y recibirlos a lo largo de toda la vida, que es una universidad diferente. Claro que las universidades han innovado en cursos abiertos pero no se lo piensan como parte del desarrollo en el trabajo. Y por lo tanto los graduados, tendrán que volver a las universidades o a los recintos a seguir estudiando y poniéndose al día, a lo largo de su vida laboral para siempre. Porque el mundo está cambiando a tal velocidad que si no haces eso, te quedarás obsoleto en tres años; muchos de nosotros la mayor parte de la vida laboral trabajamos en aquello que estudiamos, ahora no será así. La interdisciplinariedad y la necesidad de ser interdisciplinario en el mundo laboral es un elemento fundamental de la vida nueva, y del mundo del trabajo nuevo. Entonces, claro, eso también implica que los cursos no van a tener que estar o esa capacidad de las universidades de ayudarte a estar al día para el mundo laboral, ya no va a ser necesariamente dentro de las profesiones”.
Una cuestión clave es el financiamiento educativo. Barbieri le preguntó cuál era su postura, teniendo en cuenta que hay voces en América Latina que sostienen que la educación no es una inversión. “Creo en el financiamiento público de la educación. Y yo entiendo que habrá educación privada también, pero como economista tengo que empezar diciendo que el precio excluye: si cobramos por la educación excluye gente del sistema educativo. Y ha sido probado una y otra vez que los países más exitosos del mundo tienen una educación pública de calidad como base”.
Reclamó un sistema tributario que funcione. “Con sistemas que recogen el 12% o el 18 % del PIB, no podemos financiar los bienes públicos que tenemos financiar, con los impuestos de todos los ciudadanos. Y ahí se han creado pues enormes hoyos de evasión, que debemos cerrar. Necesitaremos acuerdos internacionales para eso también. Porque lo cierto es que hablamos del mundo digital, hemos visto lo difícil que ha sido para Europa ponerle impuestos y hacer que paguen impuestos las plataformas digitales. Si Europa tiene esos problemas imaginemos nuestros países”.
Barbieri remarcó que se vive un momento histórico muy particular, pandemia mediante, donde por un lado la gente abrazó la ciencia, pero también aparecieron muchos que la negaron y además resurgieron regímenes autoritarios. En este sentido le pidió un mensaje a los jóvenes. “Lo primero que les diría yo es que se metan en la política. Que en la política no hay espacios vacíos, que si ellos quieren cambiar el mundo tienen que estar también donde se puede cambiar. Que cambiar el mundo desde afuera es más difícil, no imposible; les diría que, si van a participar, no traten de hacerlo solo defensivamente, sino propositivamente. ¿Qué podemos hacer, qué es lo que hay que construir? No solo es lo que hay que evitar, porque para poder cambiar el mundo no basta con solo evitar que algo más malo pase, manteniendo el status quo. Que ya no responde a nuestras aspiraciones, hay que proponer”.
“Yo creo que las universidades tienen que ser un espacio de discusión de todo”, respondió ante la pregunta si debían ser ámbito de discusión política. “No un espacio electoral, que es distinto. Si hablamos de la política con “P” grande, que es: discutir sobre cómo vemos a la sociedad, qué proponemos para la sociedad, cuál es el devenir, cuál es nuestro análisis de lo que está pasando, pues las universidades tienen que tener esa discusión, tienen que poder analizar el mundo, descifrarlo. Y para muchos eso será político. Digo, tomarás un punto de vista, tiene que ser razonado, basado en la evidencia, producto de la investigación, de la reflexión, pero finalmente reflexionamos sobre la sociedad. Esa política no es externa a las universidades. Ahora, la parte electoral es una cosa diferente. Y cuando la política se ve solo desde el ángulo electoral estamos en otra realidad. Esa es la realidad de la contienda política, esa me parece que es distinta al recinto universitario”.
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