En el marco del Día Mundial del Medioambiente, integrantes del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de San Juan reflexionaron y analizaron la situación del Medio Ambiente y emitieron el siguiente documento:
5 de junio Día Mundial del Medioambiente
Los Días Internacionales nos dan la oportunidad de sensibilizarnos sobre temas de gran interés, y pretenden llamar la atención de los medios de comunicación y los Gobiernos para dar a conocer problemas sin resolver, que precisan la puesta en marcha de medidas políticas concretas.
Seguimos pensando que lo humano no es naturaleza, que está por fuera y por encima de la naturaleza, sin embargo la variedad de alimentos que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y el clima que hace posible nuestra vida en el planeta, no existirían sin los servicios de la naturaleza.
¿Qué relación existe entre la pandemia que estamos viviendo con la pérdida de biodiversidad y la salud de los ecosistemas?
La relación es sumamente estrecha. No podemos pensar que se trata de una fatalidad sino que es consecuencia del deterioro ambiental de los últimos años.
En el siglo XIX se acuñó el término «Antropoceno» para definir la época histórica signada por el efecto del hombre en el planeta, principalmente debido a la explotación masiva de recursos naturales: madera, metales y minerales y, especialmente desde la Revolución Industrial, los combustibles fósiles. Esto ha llevado de forma gradual pero mucho más acelerada en los dos últimos siglos, a la destrucción o reducción de muchos hábitats que eran el hogar de especies de plantas y animales. El Antropoceno será identificado por la gran cantidad de residuos, fruto de la actividad humana , por la destrucción de los ecosistemas y los conflictos socio-ambientales.
En la historia del planeta ha habido grandes eventos de extinción. El último de ellos ocurrió hace aproximadamente sesenta millones de años, la quinta extinción en masa, en la que se extinguió el 75% de las especies y entre ellos los dinosaurios, debido a los efectos de un asteroide y por actividad volcánica. En la actualidad, las evidencias indican que ya ha comenzado la sexta extinción en masa. Ahora, la acción directa de nuestra especie es el actor principal de esta extinción. Según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, actualmente hay más de 31.000 especies de plantas y animales que se encuentran amenazadas de extinción.
¿Cuáles son las principales causas de extinción?
Entre las principales causas destacamos la destrucción y fragmentación de los hábitats debido a que la población humana necesita mayor demanda de terrenos para cultivar y criar ganado, reduciéndose los ecosistemas donde viven millones de animales; el cambio climático aumenta los incendios e inundaciones y el aumento de temperatura de la tierra; la caza y tráfico ilegal y la introducción de especies exóticas.
¿Por qué necesitamos proteger la biodiversidad?
Las diferentes especies tienen atributos o características que les permite cumplir papeles particulares dentro de la dinámica del sistema natural, pensar por ejemplo el hecho de que muchos anfibios (sapos y ranas entre los más comunes) comen miles de insectos perjudiciales para la salud humana, como el mosquito Aedes aegypti, portador del Dengue, presente ahora en nuestra provincia. Numerosas especies de aves, como lechuzos y rapaces, al alimentarse de roedores, son controladores de sus poblaciones, ejerciendo una función muy importante, ya que los roedores son reservorio de una gran cantidad de enfermedades que afectan a las personas como la Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), enfermedad producida por el virus Junín y el Hanta virus, entre otros. También numerosos insectos que de manera silenciosa cumplen el rol de polinizadores de nuestros cultivos y permitir la producción de alimentos, o las hormigas que con su sistema de galerías permiten mejorar la infiltración de suelos e incluso mejorar su fertilidad al incorporar materiales como hojas, semillas, etc. Existen bacterias que se encuentran en el suelo y fijan, incorporando desde el aire, el nitrógeno al suelo, permitiendo que este elemento tan importante comience a estar disponible para las plantas. Por su parte, las plantas nos proporcionan maderas, ceras, principios activos para medicamentos, regulación de la temperatura, alimento, retención de suelo evitando así la degradación de la tierra y el desborde de los ríos.
Tanto la flora como la fauna, nos ofrecen bellezas paisajísticas, tradiciones en múltiples culturas, sentimiento de pertenencia. En fin, las especies con sus múltiples atributos y vinculaciones con el sistema natural, nos proporcionan innumerables fuentes de materiales y servicios fundamentales para la subsistencia. Esta red de «seguridad natural», cuando empieza a romperse por pérdida o alteración desmedida de sus componentes y relaciones, corremos el riesgo de aumentar las afectaciones, en términos de vida humana, en términos sociales e incluso económico. Un gran ejemplo para los tiempos que corren es la actual situación de pandemia por COVID-19.
¿Qué relación existe entre la biodiversidad y la salud de las personas?
La extinción de la biodiversidad y la pérdida de hábitats ponen en peligro la salud de la humanidad. Como mencionamos anteriormente las especies juegan un papel muy importante por su función polinizadora, porque sirven de alimento a otras especies y a las personas, porque purifican el aire, regulan el clima, generan suelo, proporcionan los componentes para desarrollar medicamentos, entre muchas otras funciones. También porque la disminución de la biodiversidad hace que la probabilidad de contacto entre fauna silvestre/doméstica/humanos aumente, incrementando de esta manera la probabilidad de contagio. La disminución de este efecto amortiguador explica la aparición del virus Nipah en Indonesia que enfermó a cerdos y humanos. La destrucción de hábitat provocada por la deforestación explica la Malaria en Brasil, la Fiebre Amarilla en África; la pandemia del VIH/SIDA en África. La actual pandemia del Covid-19 se relaciona con el tráfico ilegal de fauna silvestre, el mantenimiento de especies en condiciones de hacinamiento lo que los vuelve inmunodeprimidos y estresados, aumentando de esta manera la probabilidad de contraer enfermedades y transmitirlas a los humanos en los mercados húmedos o en la manipulación.
¿Qué podemos hacer frente a este panorama?
Si bien no es una tarea fácil, debemos valorar más las formas de vida que no sean las nuestras. Este cambio solo llegará si logramos crear una conexión profunda con las demás especies que nos permita comprender el papel que desempeñan en nuestra salud mental, física y emocional, así como también en nuestra propia supervivencia.
Para evitar que una especie desaparezca es necesario poner en marcha una gran cantidad de acciones concretas. Algunas de ellas son evitar la fragmentación de sus hábitats, como por ejemplo la deforestación; perseguir y castigar con dureza la caza ilegal y el tráfico de especies; fomentar la creación de reservas naturales; disminuir la contaminación y revertir el cambio climático. Cada decisión personal tiene una consecuencia a nivel global en múltiples aspectos, de ahí que destacamos la importancia de la concienciación social de la población y la adopción de políticas públicas en este sentido.
El cambio de hábitos requiere, en principio, también cambios de puntos de vista respecto a lo que queremos cambiar. Por ello, la información, la percepción y el sentido de conexión con la naturaleza y con otras formas de vida son la clave para generar nuevas elecciones y posibilidades.
Es importante comprender que lo ambiental se relaciona desde los inicios de la humanidad con lo cultural. Desde siempre las sociedades humanas se han vinculado con el ambiente que los rodea, generando a partir de esta relación visiones diferentes del mundo, desarrollando un sistema de conocimiento y simbolismo particular y el que a su vez fue determinando las prácticas a realizar de esa sociedad con la naturaleza.
La crisis ambiental que estamos atravesando es una crisis civilizatoria de un modelo de sociedad que ha depredado la naturaleza y negado otras culturas, otras formas de relacionarse con la naturaleza.
Por todo lo expresado y seguramente de manera intuitiva se percibe, que el valor de la naturaleza y del ambiente supera ampliamente muchos de nuestros puntos de vista. Por eso se necesita que cada persona sea un agente que catalice el cambio que necesitamos para proteger el ambiente.
Queremos invitarlos a reflexionar sobre la necesidad de promover la gestión participativa de los bienes y servicios ambientales de la humanidad para el bien común; la coexistencia de derechos colectivos e individuales; la satisfacción de necesidades básicas, realizaciones personales y las aspiraciones culturales de los diferentes grupos sociales, en beneficio de la producción y reproducción de la vida, para todos los seres vivos que habitan este planeta.
Para despedirnos les proponemos que salgan 5 minutos a cualquier lugar abierto que puedan en estos momentos en que nos debemos cuidar, al campo, el fondo de nuestros hogares o al balcón… abran las ventanas…. y respiren profundamente, permítanse percibir de manera consciente, el canto y vuelo de los pájaros, la frescura del aire, la sombra y los colores de los árboles y flores, el aroma de las plantas y todo lo que sus sentidos le permitan captar del entorno ….. ¡Ahí está la red de infinitas relaciones de la que somos parte y tenemos la obligación y necesidad de conservar!