Mendoza necesita, sin dudas, ciudadanos capacitados en diversas áreas de trabajo, desde obreros calificados hasta empresarios debidamente preparados para realizar una gestión eficiente pero, además demanda políticos capaces de proyectar el futuro con honestidad, capacidad de innovación y responsabilidad social.
Ante ese desafío, la educación cumple un rol indispensable y determinante que no se limita a enseñar el “qué” y el “cómo hacer” sino que coadyuva para lograr un pensamiento abierto a nuevos desafíos y oportunidades.
Lamentablemente y en un porcentaje para nada desdeñable, todavía nuestros niños y jóvenes deben atender, aprender, repetir, memorizar y – a veces – analizar y criticar constructivamente; pero esto solo no alcanza para proyectarlos a un futuro complejo que ya está en marcha.
Necesitamos una educación que plantee desafíos en temas de futuro, que despierte la curiosidad, el interés, la necesidad de cambio, que motive por la apetencia de poder crear, no solo de poder aprobar los contenidos de una asignatura.
Necesitamos una educación que favorezca crecer y ser autónomo, orientado hacia la producción de nuevas propuestas, abierto al cambio; dispuesto a innovar, aceptar críticas, dialogar, integrar y liderar un equipo, resistir el fracaso, rehacer y, en consecuencia con la flexibilidad necesaria, aceptar transformar sus ideas a partir del diálogo con los otros.
Proponemos cambiar el aprendizaje repetitivo por el basado en el desarrollo del pensamiento creativo – que no deja de lado la ejercitación – acentuando la educación a través del arte. Con diferentes estrategias ambos campos educativos son transversales y favorecen los aprendizajes de las asignaturas tradicionales de los programas de los diversos niveles.
“¿Se enseña hoy a niños y jóvenes a pensar bien, es decir, con rigor? [ …] pensar con rigor, conocer los valores y vivir creativamente son actividades decisivas en nuestra vida, y ninguna puede ser “enseñada”, al modo como se comunican, por ejemplo, unos datos geográficos. Deben ser “descubiertas” por cada uno de nosotros. ¿Cómo orientar la enseñanza de modo que los niños y jóvenes hagan ese descubrimiento por sí mismos y se preparen para pensar y vivir creativamente, asumiendo activamente los grandes valores?.Responder adecuadamente a esta pregunta tiene hoy un valor insospechable.”(López Quintás. 2007)
El planteo de Dr. López Quintás sintetiza el problema enunciado mas arriba: es imprescindible mejorar la calidad de la educación con nuevas ofertas de contenido y las consecuentes estrategias didácticas.
El pensamiento creativo nos abre las puertas – a docentes y alumnos – para obtener esos resultados en función de futuro. Al respecto, J.A Suchman (1962) afirma que es un “pensamiento autónomo, autodirigido y orientado hacia la producción de una forma nueva”.
El pensamiento creativo pone en marcha un camino de exploración, acopio de datos, cuestionamientos que van y vienen de la mano de la ansiedad, la resistencia al fracaso, el humor, la tolerancia y el placer de crear. “La creatividad comienza a cocerse cuando la persona está motivada por la pura dicha de lo que está haciendo” (D. Goleman. 2.000). No se “enseña”, se aprende desde las vivencias.
Es importante aclarar que la creatividad no es tal si no se comunica, si no trasciende el pensamiento personal. En las instituciones educativas prima el valor de la expresión oral y, en marcadas situaciones, el sujeto creativo necesita del uso de sus distintos lenguajes para expresar integralmente su idea. El movimiento, el sonido, la imagen son complementos necesarios de la palabra. En este sentido, la educación artística juega un rol determinante.
Dentro de este planteo de mejoramiento de la calidad de la educación también es necesario poner sobre la mesa las afirmaciones de H. Gardner en lo referido a las inteligencias múltiples. Este destacado investigador entiende “la competencia cognitiva como un conjunto de habilidades, talentos y capacidades mentales que llama ‘inteligencias’”.
Reconocer, en la elaboración de la estrategias docentes, la existencia de los ocho tipos de inteligencias a los que ahora agrega la inteligencia existencial, sumados al valor de los cuatro lenguajes, favorece la elaboración de las estrategias didácticas apropiadas.
Los alumnos no atienden, no aprenden, no transfieren cuando los contenidos no se adecuan a sus intereses. Un mismo tema presentado de manera adecuada a cada grupo, con la posibilidad de discutirlo sin la exigencia de “saberlo” y la apertura del docente para permitir la expresión de lo aprendido desde el lenguaje que el alumno maneja con mayor creatividad y certeza siempre es motivo de provocación para el trabajo y satisfacción por los logros.
Lo antedicho no excluye, de ningún modo, la obligación de los estudiantes de manejar apropiadamente el lenguaje verbal.
Pensamiento creativo, reconocimiento del valor de las diferentes inteligencias, uso de todos los lenguajes en un ambiente distendido con humor y tiempos para reintentar, sin dudas redundan en educación de calidad. Los datos están al alcance de la mano, lo valioso es saber cómo buscarlos, dónde encontrarlos y utilizarlos desde el interés, la curiosidad y la responsabilidad.
La calidad de la educación no se refleja solo en las calificaciones de hoy, se reconoce en el transcurrir del tiempo cuando esos primeros saberes crecen al ser aplicados de múltiples formas, con creatividad.
Mgter. Rosa María Fader
MDZol