“Tengo 22 años, terminé el secundario hace cinco años, siempre busqué trabajo y en ese tiempo solo tuve un empleo formal. No encontré por diferentes motivos como ‘no estamos contratando o no tenés experiencia’ o porque después de una prueba te despiden para no tenerte en blanco. Tengo muchas ganas y hambre de poder ser alguien en este país, de poder ser menos pobre. Siempre espero que me llamen al menos para una entrevista”. El testimonio es de Tomás, quien viven en Buenos Aires.
Hugo, en Córdoba, tiene un título universitario, se capacitó como programador y apenas terminó el curso consiguió un empleo como junior en una empresa con casa matriz en México que, para empezar, le paga US$1000 a valor del blue.
Parecen los dos lados de la “otra grieta” que atraviesa a la Argentina. El economista Guido Lorenzo, director de la consultora Labour Capital & Growth, subraya que es imperioso vincular a la educación con el mercado laboral y apunta que hay una “confusión” cuando se plantea que con crecimiento económico habrá inclusión. “Hay que trabajar para generar un círculo virtuoso, generar recursos humanos y tecnología, completar mercados de manera tal que no vayamos quedándonos sin ‘semillero’. La solución no es redistribuir”, dice.
La referencia al “semillero” es que en determinadas áreas los más capacitados “emigran” de las empresas porque eligen trabajar para afuera o directamente irse. En el segmento de la tecnología es evidente. Pablo Gigy, presidente del Clúster Tecnológico de Córdoba, sostiene que los programas de capacitación que desde diferentes niveles de Gobierno se instrumentaron en los últimos años enfrentan la dificultad de la “base” con que llegan los aspirantes.
Entiende que los más capaces decidan trabajar por su cuenta, pero la preocupación es cómo se los reemplazará: “Las empresas podemos formar, pero también necesitamos para crecer y facturar de niveles medios y altos de empleados”, sostiene.
Para Fernando Troilo, profesor y consultor de Recursos Humanos en Latinoamérica, quien termina el secundario y no tiene desarrollo universitario está “más atrapado; otra situación es la de quien hizo la carrera, tiene conocimientos técnicos, habilidades blandas y un nivel de idioma extranjero avanzado”. Advierte que, cada vez más, se hace “evidente” la brecha social, “aumenta la distancia para quien no puede saltar al otro lado”.
Considera que el Estado debería poner más énfasis en “nivelar, en que las competencias sean equitativas en todo el país” en los secundarios y, además, en ofrecer cursos de oficios demandados para los diferentes segmentos de la población.
La industria de los ascensores registra faltante de mano de obra -desde representantes técnicos a encargados de limpieza y engrase-, por eso la Federación de Ascensores de la República Argentina trabaja permanentemente con el Instituto Tecnológico para el Estudio y Enseñanza del Ascensor para capacitar. La entidad dicta junto a la UTN de Avellaneda cursos para operadores de conservación y mantenimiento.
El profesor Eduardo Padulo lamenta que la escuela técnica Otto Krause haya cortado con el posgrado que ofrecía. “Solo capacita el Instituto y hay mucha demanda tanto en el nivel básico como en las distintas especialidades. En el primer caso, no hace falta secundario, sí práctica y capacitación porque en este sector la seguridad es clave. La lógica sería que exista la especialidad en escuelas técnicas y facultades, tres años de ciclo básico y tres en ascensores”. En el país hay 1.200 empresas en el sector, 85% pymes.
Con 29 años, Gonzalo Pozzo, diseñador multimedia y programador, empezó a capacitar de manera gratuita cuando tomó conciencia de que faltaba gente para trabajar y de que el sector ofrecía “mayores beneficios” que el resto. Cuenta que buscó la manera de “ayudar a otros que no tenían herramientas o la plata”; arrancó con clases gratuitas en su casa y logró empleo para 10 personas.
Se sumó a las comunidades que, de manera gratuita, generan contenido de enseñanza y mentorean; para Pozzo es un “muy buen” camino para aprender. Además, generó un portal de empleo en el que pagan las empresas que buscan gente; incluso el precio varía en función de la posición que se busque cubrir. “Es todo dinámico y hay muchos que quieren ingresar por la plata, me llegan decenas de mensajes a diario”, dice.
Cómo hacer el puente
La Universidad Nacional de Córdoba (UNC) lleva varios años tratando de que la capacitación sea “permanente”; cuenta con el programa Universidad Popular Virtual que busca unificar y socializar el conocimiento permitiendo el acceso de toda la comunidad a la educación, formación de capacidades y bienes culturales. Tiene decenas de convenios firmados con municipios y con la Provincia de Córdoba.
“Desde siempre tenemos un perfil de internacionalización -sostiene Hugo Juri, rector de la UNC-, pero somos conscientes de que las universidades perdieron el monopolio de la formación, de que hay que adaptarse con cursos cortos para todos los niveles, hay que llevarle educación superior a todos, ayudar a los trabajadores para reconvertirse”. Unas 400.000 personas pasaron por el campo virtual, donde se forman los más variados oficios.
Para Juri, hay un primer problema que es que los argentinos, en general, “no reconocen que hay una crisis de educación; la percepción no es esa a pesar de que los resultados de pruebas internacionales nos dejan en niveles muy bajos”. Frente a eso subraya que la competitividad del país “se pondrá más complicada, hay que romper, incluso, con esquemas culturales porque ya ningún estudio es para toda la vida”.
El acceso a la educación, ratifica Lorenzo, es clave porque es un factor que, si falta o no se completa, aporta a la pobreza intergeneracional. Menciona otro punto de debate: “Hay que sumar la pregunta de educarse ‘para qué’, qué incentivos hay para seguir adelante”. Para graficar la situación elige la imagen de una autopista con un carril atascado y los que están ahí ven que no pueden cruzar. “Con la virtualidad extendida se cruza menos, porque la escuela cohesiona”.
El salario “importa”, define el economista: “Ser asalariado hoy no es salir de la pobreza, entonces es necesario también mostrar que educarse y sumar herramientas sirve para progresar y no sólo para seguir tratando de ‘sacar la cabeza del agua’, tiene que servir para integrarse. Hay que pensar oficios para un país amplio, con diferentes necesidades”. En esa línea agrega que la desaparición de 20.000 empresas en un año es una “mala señal” porque se rompieron vínculos formales, se cortaron lazos que hay que “reconstruir”. “Sus empleados se volvieron más dependientes, de alguna manera, del Estado”.
La internacionalización
Blanca Maffioly es cofundadora y directora de Open Metier, una organización que colabora con universidades en los procesos de internacionalización a partir del desarrollo de programas académicos. Según su criterio, lo mejor es que los alumnos, desde una edad temprana, empiecen a tener una dimensión “global e intercultural” en el modelo educativo.
“A pesar de la pandemia, el mundo sigue un proceso de globalización sostenido -describe-. No solo tiene que ver con un viaje, con gente que tenga dinero, sino que hay muchas posibilidades para poder internacionalizarse; la virtualidad es una. Las empresas están pidiendo perfiles así”, dice.
En el modelo confluyen factores académicos, profesional (vinculaciones globales), cultural (la multiculturalidad como impulsor del desarrollo personal) y social (compromiso con la comunidad global y sus problemas). “Son experiencias que forman talentos internos y para exportar”, dice y admite que la brecha educativa existente en la Argentina debe solucionarse para que “todos los jóvenes puedan afrontar el reto de un mundo cada vez más complejo y tener oportunidades”.
Coincide con Troilo en que hoy, además de los conocimientos técnicos, la inserción laboral requiere de habilidades blandas. “Capacidad de aprendizaje rápido, agilidad, aprendizaje de la experiencia, innovación, colaboración, análisis de datos son algunos de los puntos que se piden -aporta Troilo-. Para dar respuesta más que nunca la solución debe venir de un trabajo conjunto entre el mundo académico, las empresas y el Gobierno”.
La Nación