Si en circunstancias normales la docencia ya producía altos niveles de estrés laboral y agotamiento, la crisis del COVID-19 ha agravado la salud mental de los y las docentes a nivel mundial.
El 92,8% del profesorado ha sufrido desgaste emocional y estrés durante el confinamiento, según un estudio desarrollado por la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). Y otra investigación, Panorama de la educación en España tras la pandemia del COVID-19: La opinión de la comunidad educativa (2020), realizada por investigadores de las universidades de Granada y Málaga para BBVA, afirma que, tras el periodo de alarma y cuarentena, toda la comunidad educativa evidencia signos de estrés, ansiedad y agotamiento, tanto profesional como psicológico.
«La comunidad docente afronta una situación novedosa y de incertidumbre, muy similar a la que está afrontando toda la sociedad. Sin embargo, en el caso del profesorado, esta situación se suma a los diferentes estresores que ya hacían mella en su salud mental antes de la pandemia«, asegura en declaraciones a Educaweb Natalio Extremera Pacheco, Catedrático de Universidad en el departamento de Psicología Social de la Universidad de Málaga (UMA) e investigador del Grupo de Investigación Recursos Personales Positivos.
«El profesorado en ejercicio en general (más del 90%) no ha recibido nunca ningún tipo de formación en educación emocional de forma sistemática, fundamentada en las investigaciones científicas y suficiente en cantidad (tiempo) y calidad», apunta en entrevista reciente Rafael Bisquerra, presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB).
Ante este contexto, los expertos y fuentes consultadas consideran que el profesorado necesita más que nunca formarse en educación emocional. De esta forma podrá desarrollar y practicar la inteligencia emocional y así manejar las emociones de miedo, incertidumbre y motivación que le ayude a incentivar el aprendizaje del alumnado en estos momentos difíciles.
Los beneficios de la inteligencia emocional para docentes
Entre los beneficios que aporta la inteligencia emocional en el ámbito educativo destacan los siguientes, según los expertos consultados:
Ayuda a prevenir la ansiedad y el estrés
El profesorado que cuenta con habilidades emocionales «es capaz de regular mejor sus emociones y como consecuencia goza de un mayor bienestar emocional«, señala en declaraciones a Educaweb Rafael Bisquerra.
El director del Posgrado en Educación Emocional y Bienestar (PEEB) y del Posgrado en Inteligencia Emocional en las Organizaciones (PIE) de la Universitat de Barcelona añade que «las competencias emocionales, cuando se han desarrollado de forma fehaciente, a través de procesos de educación emocional, son un factor importante en la prevención múltiple de estrés, depresión, fobias, violencia, etc.».
Como evidencia de lo anterior se encuentran los resultados del estudio La importancia de la inteligencia emocional del profesorado en la misión educativa: impacto en el aula y recomendaciones de buenas prácticas para su entrenamiento (2019), elaborado por investigadores de la UMA en el que se comprobó que los profesionales de la enseñanza con mayores habilidades emocionales tienen menos síntomas de estrés y ansiedad que quienes no cuentan con ellas.
Evita el burn-out y mejora la satisfacción laboral
Los docentes que practican la inteligencia emocional se sienten más satisfechos tanto con su trabajo como con la vida en general, por lo que presentan actitudes laborales más positivas, así «como mayores niveles de ilusión por la enseñanza, menores niveles de burn-out (síndrome del quemado) y mayor satisfacción laboral», según Extremera Pacheco, catedrático del departamento de Psicología Social de la UMA.
Cuando un profesional de la educación consigue su bienestar personal a través de la inteligencia emocional también es capaz de mejorar su trabajo docente, porque podrá llevar a cabo un «manejo emocional positivo de situaciones conflictivas en el aula, así como relaciones más positivas entre el profesorado y el alumnado», añade.
De hecho, el nivel de inteligencia emocional de los docentes modera significativamente la intención de abandono de la profesión, de manera que quienes no cuentan con ella tienen más probabilidades de sufrir el síndrome burn-out, un tipo de estrés laboral que agota física, emocional o mentalmente a las personas. Así lo señala la investigación Leaving the Teaching Profession: Examining the Role of Social Support, Engagement and Emotional Intelligence in Teachers’ Intentions to Quit (2020), desarrollada por investigadores de la UMA y la Universidad Jaume I.
Permite ayudar al alumnado a mejorar su desempeño emocional y académico
El profesorado que practica la inteligencia emocional está en mejores condiciones para contribuir al desarrollo de las competencias emocionales de los estudiantes, explica a Educaweb Rafael Bisquerra. «Las repercusiones de todo esto es la mejora de la convivencia, del clima emocional de aula, del rendimiento y del bienestar» de todo el alumnado.
Asimismo, el profesorado que trabaja su inteligencia emocional «acaba repercutiendo en resultados satisfactorios en los estudiantes, tanto académicos como en otros ámbitos, como en que puedan llegar a ser autosuficientes, por ejemplo», indica a Educaweb Alejandra Cortés, profesora y directora del Máster en Educación Socioemocional para el Desarrollo Personal y Profesional de la Universidad de Zaragoza.
Y es que la inteligencia emocional de los y las docentes tiene un impacto directo a largo plazo en los indicadores educativos del alumnado, como, por ejemplo: una mayor motivación por aprender, el incremento del sentimiento de pertenencia al grupo, actitudes más positivas hacia el centro educativo, el profesorado y asignaturas, así como un mayor rendimiento escolar y mejores conductas sociales en clase, explica por su parte Extremera Pacheco.
Cómo controlar el estrés y la ansiedad en el profesorado
1. Practicar el autocuidado
Para evitar caer en el estrés y la ansiedad resulta necesario poner en práctica «las 4 D»: descanso, dieta, deporte y diversión, recomienda el catedrático e investigador Natalio Extremera Pacheco.
En relación con el descanso, hay que buscar «ese equilibrio de 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de ocio«, señala el experto. Respecto a la dieta, recomienda alimentarse de manera equilibrada y no dejarse arrastrar por «ingestas compulsivas» ante una situación de estrés.
También resulta indispensable realizar ejercicio físico, ya que es un antiestrés natural, y tener momentos de diversión. «Debes buscar un tiempo a la semana para hacer aquello que realmente te gusta, te motiva, te apasiona y, principalmente, te mantenga la mente alejada de los estresores cotidianos del trabajo», señala.
2. Realizar «gimnasia emocional»
Por su parte, Rafael Bisquerra recomienda bajar los niveles de estrés realizando «gimnasia emocional», que consiste en poner en práctica diariamente algunos de los principios y actividades de la educación emocional: la relajación, respiración consciente, meditación, mindfulness, fluir en lo que se está haciendo y «desafiar las fuerzas de la gravitación emocional para hacer consciente el bienestar».
3. Controlar la sobreexposición a noticias sobre la pandemia
Evitar la sobreexposición a información sobre la pandemia también es recomendable para controlar el estrés y la ansiedad.
«No podemos controlar la pandemia, pero sí podemos controlar el tiempo que le dedicamos a ello… Seguir recibiendo más información de víctimas e infectados solo nos afecta a nivel emocional», explica Extremera Pacheco, quien también recomienda a los docentes descansar, desconectar y convertir el tiempo libre en momentos para estar con la familia.
4. Compartir las preocupaciones o ansiedades con otros
Conversar con los demás sobre las preocupaciones tiene un importante valor terapéutico, por ello los expertos recomiendan formar parte de un grupo social de apoyo, de preferencia profesional, con el cual compartir experiencias y emociones. «Hablar sobre cómo te sientes y cómo estás afrontando la situación con amigos, compañeros del trabajo, familiares o un profesional de la psicología puede ser de gran ayuda», sostiene Extremera Pacheco.
«Tener un grupo social de apoyo es clave», coincide Alejandra Cortés. «Las evidencias nos dicen que, en contextos profesionales, si te sientes apoyado y cuentas con un buen ambiente laboral en el centro educativo, es posible evitar el estrés a corto y largo plazo».
En una investigación reciente elaborada por docentes del proyecto Escola de Voluntariat i Formació a Mida de Fundació Siuriana se demostró que el profesorado que forma parte de «grupos de docentes de gestión del estrés» en un centro educativo ha podido reducir esta emoción. Estos grupos son espacios de reflexión donde los docentes comparten sus problemas en el aula y encuentran en conjunto la solución.
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