Para el momento en que los niños que hoy están en jardín de infantes se conviertan en los graduados de 2030, el mundo habrá cambiado en muchos sentidos. El avance acelerado de la tecnología promete oportunidades de colaboración sin precedente. La progresiva automatización de trabajos seguirá eliminando puestos tradicionales, mientras otros tantos que están surgiendo requieren un nivel alto de habilidades cognitivas, tales como la resolución de problemas, aprendizaje permanente, pensamiento crítico y creatividad. De estos trabajos, el 40% demandarán explícitamente habilidades socioemocionales, de acuerdo con la consultora McKinsey.
Al mismo tiempo, la expectativa de los estudiantes de tener más autonomía y elección en cómo asimilan los contenidos permite inferir que el sistema educativo necesita prepararlos para ese futuro de un modo diferente del que se hizo en el pasado. Entonces, ¿cuáles son las habilidades que los estudiantes tienen que tener en el siglo XXI para tener las mejores oportunidades en el sistema educativo en el mundo del trabajo y en la vida?
Con el cambio de siglo se comenzaron a gestar marcos comprensivos generados por la comunidad educativa mundial que tratan de definir cuáles son las habilidades que los estudiantes tienen que desarrollar. Desde consorcios como la Alianza para el Aprendizaje en el Siglo XXI, la OCDE y Unesco, y también en la Argentina desde el Marco de Organización de los Aprendizajes para la Educación Obligatoria Argentina (MOA), todos comparten, en buena medida, el desarrollo de estas capacidades.
Resolución de problemas, pensamiento crítico, aprender a aprender, trabajo con otros, comunicación, compromiso y responsabilidad. Asimismo, las capacidades mencionadas se relacionan con las competencias de educación digital, que promueven la alfabetización digital para una inserción plena de los estudiantes en la sociedad del futuro.
«Estas competencias o habilidades ya existían en gran medida en la enseñanza del siglo pasado, pero la existencia de estos marcos nos da la posibilidad de orientarnos y manipularlos. Aunque son perfectibles, pueden ayudarnos a la manera de una brújula que también nos indica cuándo estamos bien orientados hacia aquello que queremos favorecer y cuándo debemos generar ajustes en nuestra marcha», señala Mariana Maggio, directora de Programas Académicos de Latinoamérica de Microsoft y directora de la Maestría en Tecnología Educativa en la Universidad de Buenos Aires. Sobre esta temática giró el encuentro anual Education Exchange, en el que 300 maestros y líderes de la comunidad educativa de 190 países compartieron prácticas innovadoras en sus aulas y debatieron sobre el futuro de la educación, organizado por Microsoft, entre el 3 y el 5 de abril, en París.
Sábado habló durante el encuentro con los docentes de los países más diversos para conocer cómo sus alumnos adquieren estas habilidades. Alerta de spoiler: no hay planes grandilocuentes ni recetas. Hay trabajo diario en las aulas que día a día, proyecto a proyecto, buscan desarrollar estas habilidades en los chicos. Estas son algunas de sus historias:
1. Responsabilidad y compromiso ciudadano
Anur Abdul Rahman es docente de inglés de chicos de 16 y 17 años en una escuela en Malasia. Encontraba dificultad en que los estudiantes escribieran ensayos en la lengua extranjera y también surgió entre las conversaciones del aula un problema de maltrato animal que, cuenta, es inherente a su país. Los alumnos crearon Kitty-Go-Happy Minecraft a través de la versión educativa que tiene el videojuego de construcción de entornos, en el que escriben pequeñas historias en inglés y luego las recrean y construyen en el videojuego, en el que el buen trato animal es premiado y celebrado. «Aprenden inglés, a escribir ensayos y ciudadanía cívica de un modo en el que se divierten, compiten y colaboran activamente», explica Rahman.
2. Resolución de problemas
La escuela Litoral Austral, de la patagonia chilena, está ubicada en Puerto Aysén, una localidad con altos índices de vulnerabilidad. Allí, los alumnos de segundo a sexto grado aprenden matemática y tecnologías desde hace tres años a través de talleres de innovación y exploración enfocados en orientar vocacionalmente a temprana edad a los estudiantes. Por ejemplo, están trabajando con realidad aumentada con la herramienta Aumentaty Author y webcams donde los alumnos crean sus propios volúmenes tridimensionales por medio de 3DBuilder y Google Sketchup. El Taller de Diseño y Desarrollo Web con Canvas permite fortalecer todo el proceso creativo, al enseñarles a utilizar diferentes interfaces para lograr un solo objetivo.
Cada taller apoya transversalmente diferentes subsectores de aprendizaje y unidades curriculares, como las áreas de Matemática y Lenguaje. «Buscamos el desarrollo integral de los alumnos a partir de desafíos donde plantear objetivos difíciles los incitan a profundizar sus habilidades, apoyándolos en la toma de decisiones y en sus planes de acción», describe Marcel Barrientos, docente de Matemática con especialización en tecnologías. Para mejorar la resolución de problemas de su materia, apeló a una plataforma de video en la que los chicos arman tutoriales que comparten con sus compañeros. Los alumnos tienen un rol fundamental en su propio aprendizaje y sobre todo en el de sus pares; los más aventajados trabajan como tutores de los alumnos más nuevos e inexpertos, lo que permite en poco tiempo que la mayoría de los alumnos posean una base similar e importante autonomía. «Alumnos que confían, valoran y que por medio del compañerismo pueden desarrollar no solo habilidades cognitivas, sino también sociales», cierra Barrientos.
3.Comunicación
Lemarr Treadwell es docente de Matemática en la escuela Fresno Unified School, en California. Como respuesta a una necesidad planteada por sus alumnos a mejorar la comunicación docente-alumnos y hacerla más dinámica, está probando plataformas en las que se genera un feedback permanente sobre los avances de los proyectos dentro de la escuela y en conjunto con otras decenas de escuelas agrupadas en torno al aprendizaje colaborativo. «Ellos y yo podemos tener feedback constante y así corregir pequeñas cosas y no tener que empezar de cero o hacer grandes esfuerzos cuando los proyectos están avanzados. Se potencian la colaboración, la personalización y la resolución de problemas en un entorno digital al alcance de la mano», describe.
4. Orientación a un propósito
En Irlanda, el cambio climático está generando grandes inundaciones por deshielos. Los alumnos de entre 8 y 12 años de la escuela St. Augustine’s National School, de un barrio pequeño del interior del país, abordaron el problema enfocándolo en un tema cercano a su comunidad: el reciclado de la basura y su impacto en el medio ambiente. Luego de hacer encuestas a los adultos de su comunidad y a los supermercados de la zona, dieron con la información de que el 80% del reciclaje se estaba haciendo de manera incorrecta por desconocimiento. Elevaron el tema de su clase tanto al gobierno local como a las empresas de packaging y lograron modificar conductas y hasta introducir mejorar en la comunicación del modo correcto de reciclaje. «Me motiva lograr un entusiasmo por el aprendizaje, pero es importante tener un foco que alcance el área pedagógica a desarrollar; los chicos logran un aprendizaje más profundo cuando es apelando a su creatividad. La planificación es muy importante, pero también ver hacia dónde va cada clase y estar abierta y flexible», explica Katie Murray, la docente que acompañó el proyecto.
5. Aprender a aprender
¿Cómo aprender colaboración si el aula tiene los bancos atornillados al piso? Esta fue la pregunta que se hicieron los alumnos de Bruno Capelli, que enseña Física en una escuela en un área rural de Suiza. Comenzaron por quitar los bancos y generar un aula circular en la que todos pueden ver los experimentos de los demás. Para fomentar el autoaprendizaje, los alumnos cuentan con un video explicativo de la clase del día que ven en sus propios dispositivos. Capelli dice que su función es de tutor orientador, pero que su filosofía es que aprendan a aprender haciendo, probando, errando y siguiendo adelante. Con los videos de las clases logró mayor foco, resiliencia, colaboración y entusiasmo. «Hace 20 años que enseño y creo que innovar es estar atento a lo nuevo que traen los chicos y no rechazarlo, sino hacerlo parte de la clase y aprender con ellos».
6. Aulas inmersivas. Cuando los contenidos saltan de las pantallas
Son alumnos de 14 a 16 años de los suburbios de París, del barrio Bondy, en el que nació el futbolista Mbappé. Muchos de ellos no tienen nociones previas de programación y otros han participado del La Hora del Código, un desafío digital en el que a través de Minecraft se aprenden los primeros pasos de programación. Llegaron hasta un aula inmersiva que Microsoft ofrece en París de forma gratuita a todos los alumnos de Francia. A través de software de modelado en 3D y de generación de realidad mixta (en la que objetos del aula real se mezclan con virtuales creados por ellos mismos) crean en pocos minutos personajes que saltan de las pantallas y que se mueven por el aula; todo lo vemos reflejado en una gran pantalla. El ambiente es lúdico y hasta descreen de poder haberlo logrado. Las tecnologías inmersivas son ideales para materias como Historia, Geografía, Educación Cívica y Biología, entre otras.
7. Trabajo colaborativo
Los alumnos de 15 a 17 años de la escuela Madre de la Misericordia del barrio de Avellaneda aprenden inglés a través de la telecolaboración con herramientas como Skype o la red social educativa de videos Flipgrid. Han interactuado con estudiantes de Egipto, Japón, República Checa y Estados Unidos, entre otros países. «Además de trabajar el inglés ejercitan sus competencias interculturales, alfabetización digital y todo el aprendizaje que se obtiene de empatizar con culturas diversas», explica Silvana Carnicero, docente de inglés que se especializó en tecnologías educativas y que fue nominada al premio Global Teacher Prize en 2017 por los resultados de estos proyectos con sus alumnos.
8. Inclusión y diversidad
Generar una mayor inclusión en el aprendizaje para personas con discapacidades o con necesidades especiales se presenta como otro de los desafíos de la escuela. Bryan Rivera Medina es docente en Nueva Primaria de Quebrada Arenas en Toa Alta, Puerto Rico. Como educador especial, trabaja con chicos con autismo en el reconocimiento, control y gestión de las emociones de sus alumnos. A través de tarjetas con emociones, software de reconocimiento de emociones y cámaras ha logrado que muchos de los chicos pueda reconocer su estado y gestionarlo. «Que un alumno que se autolesiona pueda calmarse o que otro que nunca había abrazado a su mamá lo haga por primera vez le da sentido a mi trabajo», cuenta. La innovación educativa no se expresa como sinónimo de agregar tecnología. Esta sólo es una herramienta deseable cuando responde a un propósito del contenido relevante a ser aprendido, es decir si está al servicio del alumno como plataforma para mejorar o ampliar sus posibilidades de desarrollo para el trabajo y la vida.
La Nación