En un año atípico para el desarrollo económico y social por la pandemia de Covid-19, que ha puesto al aprendizaje en una situación inédita y que aceleró los cambios laborales con el trabajo remoto, el aprovechamiento de la robotización en la producción y el uso de redes informáticas para vincularse entre las personas, se demuestra que el nivel educativo de la población está asociado al de ocupación, al de salarios y al desempleo.
«La educación inclusiva y de calidad ayuda a abatir la pobreza, ya que el nivel de los ingresos laborales de las personas depende básicamente de su nivel educativo», plantea Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano, al presentar un nuevo informe en el que advierte que en el primer trimestre de este año solo el 23,8% de la población ocupada tiene nivel superior y universitario completo, mientras que el 76,2% «ha alcanzado como máximo» los estudios secundarios sobre datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Y si se observa a la población desocupada, esa relación es de 8,7% a 91,3%.
«Con el paso de los años y los avances tecnológicos, en muchos países los empleos no calificados disminuyen, siendo reemplazados por herramientas automatizadas mientras que la demanda de trabajadores con mayor nivel de conocimientos aumenta. La importancia de una educación inclusiva y de calidad será cada vez mayor para garantizar el acceso al empleo y la igualdad de oportunidades, siendo primordial destinar el mayor esfuerzo hacia los hogares de bajos recursos ya que justamente es donde más carecen de un buen nivel educativo», señala Guadagni.
Mientras en los países agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 14,3% de los jóvenes entre 18 y 24 años no estudian ni trabajan; en la Argentina esa cifra de los denominados «Ni-Ni» asciende a 24,1%. Y si se miran las cifras oficiales del Ministerio de Educación de la Nación, de ese universo, el 30,8% se da en mujeres entre 119 y 24 años y el 18,8%, en varones en la misma franja etaria.
Según las estadísticas de la OCDE, el promedio de jóvenes que estudian y trabajan entre los 18 y 24 años es del 17%, de quienes estudian y no trabajan es del 35%, de quienes no estudian y trabajan es del 33% y de quienes no estudian ni trabajan es del 14,3%. Los cinco países que lideran con el índice más bajo en cuatros categorías son Holanda (41%, 25%, 28% y 6,9%, respectivamente), Islandia (37%, 14%, 43% y 5,9%), Dinamarca (35%, 28%, 27%, 10,7%), Suiza (34%, 21%, 36% y 9%) y Australia (33%, 19%, 37% y 11,6%).
Debajo del promedio de la OCDE
La Argentina está por debajo del promedio de la OCDE con 12% de jóvenes de entre 18 y 24 años que estudian y trabajan; 35% que estudian y no trabajan; 29 % que no estudian y trabajan y 24,1% que no estudian ni trabajan. Si se mira ese ranking de «Ni-Ni», la peor situación la registra Sudáfrica (41,9%), seguida de Brasil (30,6%), Turquía (29,8%), Colombia (26,5%) e Italia (25,7%).
Al analizar las cifras del Indec del informe «Mercado de trabajo, tasas e indicadores socioeconómicos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)» del primer trimestre del año actual en los 31 conglomerados urbanos del país, Francisco Boero, integrantes del CEA, se observa que «entre 2017 y 2020 no se produjeron grandes variaciones en la composición del nivel educativo de los trabajadores». Miradas las cifras del primer trimestre de este año, «el nivel secundario completo es el que mayor porcentaje de trabajadores ha alcanzado con el 27,3% del total, seguido por el nivel universitarios completo que reúne al 23,8% de los trabajadores y, por último, el nivel primario completo con el 14%».
Alieto Guadagni
«Sin embargo, si se agrupan únicamente los porcentajes de personas en niveles completos, es decir sin tener en cuenta los niveles incompletos y sumados los porcentajes al nivel anterior, se observa que la mayoría ha completado el nivel secundario con el 42,4%, seguido por el nivel primario (30,2%) y, por último, el nivel secundario (23,8%)», añade Boero.
El estudio de las últimas estadísticas disponibles del Indec, lo llevan a Boero a concluir que «la población ocupada está compuesta por un 23,8% de personas que se han graduado en carreras universitarias y un 76,2% que han alcanzado como máximo el nivel secundario; mientras que en la población desocupada tan solo el 8,7% ha completado estudios universitarios y el 91,3% ha alcanzado como máximo el nivel secundario».
Mientras la suspensión de clases presenciales por la cuarentena obligatoria por la pandemia de Covid-19 dejó al descubierto la desigualdad de oportunidades, ya que se estima que el 40% tuvo severas dificultades para poder continuar el aprendizaje fuera del aula, tal como informó LA NACION en marzo pasado, Guadagni advierte que «el mundo globalizado ya es un escenario muy complejo con grandes oportunidades, pero también con grandes desafíos», lo que «requiere mejorar y extender el sistema educativo, cubriendo todas las etapas etarias de los niños, adolescentes y también de los jóvenes porque la educación es clave para fortalecer el empleo y los salarios».
La Nación