En épocas en que las cosas van cada vez más rápido, la escuela tiene que ser un espacio donde vayan con más lentitud, desacelerar.
Salir del automático y de la premura que nos trae la “creencia de aprendizajes no desarrollados, de experiencias no vividas”. Escuchar activamente a nuestros alumnos y alumnas. Detenernos en las evidencias que nos traen desde su lenguaje y emocionalidad. No se trata de “tengo que” trabajar tal o cual contenido para cumplimentar un programa escolar; sino de una profunda revisión y resignificación del “para qué” en cada paso.
Tomarnos un tiempo ante cada decisión y acción pedagógica que planificamos.
Porque muchas veces, el ir demasiado rápido, no nos da el tiempo para pensar y reflexionar acerca de lo que está ocurriendo, lo que estamos viviendo; “empujando a nuestros estudiantes” en un proceso de aprendizaje del que no son partícipes sino ejecutores. Trasladando esa rapidez a las expectativas que ponemos en nuestro desarrollo profesional y en el desarrollo de los aprendizajes en nuestros alumnos y alumnas.
Generar verdaderos “espacios de ocurrencia”. Entornos en los que los aprendizajes se sucedan realmente y puedan ser distinguidos hacia el interior de cada acto educativo.
No podemos transitar escolarmente caminos lineales y tradicionales. Necesitamos detenernos paso a paso para observar, escuchar y conversar desde nuevos paradigmas.
Pero para distinguir aprendizajes necesitamos respetar “la otredad de nuestros estudiantes”. Acercarnos a su realidad y dejar de observar desde la nuestra. No se trata de poner metas a ser cumplidas y calificadas según sean o no alcanzadas. Sino de resignificar procesos. Observar ampliamente lo que va sucediendo.
En el camino y sobre la base de una escolaridad que no termina de hacer pie; en la que docentes y estudiantes no terminan de sentirse contenidos, es necesario aceptar y trabajar los “me aburro”, “no tengo ganas”, “me rindo”, “no sé cómo”… Partir desde allí. Desde lo que realmente sucede y no desde lo que queremos suceda.
Hemos perdido hábitos propios de la escuela tradicional y estereotipada. Necesitamos en consecuencia revisarlos y adecuarlos. No podemos transitar escolarmente caminos lineales y tradicionales. Necesitamos detenernos paso a paso para observar, escuchar y conversar desde nuevos paradigmas. Atender cada “obstáculo” en el camino con atención y valoración.
En este tiempo marcado por la urgencia, la incertidumbre y la dificultad de la espera. La escuela tiene el desafío de darle tiempo al pensamiento en diálogo con el otro, con el entorno y con nosotros mismos como condición de educación participativa, colaborativa y de bienestar integral.
El coaching ontológico como «estilo de vida escolar»
En este sentido, es que el Coaching Ontológico “como estilo de vida escolar” acerca a la educación la posibilidad de desarrollar este tipo de observador. A través del coaching, los y las docentes pueden mejorar sus habilidades para la gestión de personas, como líderes educativos focalizados en procesos de aprendizaje desde las fortalezas, habilidades e intereses de su alumnado; en un “enseñarse y aprenderse mutuamente”.
El coaching educativo como “un estilo de vida escolar, para disfrutar al aprender y sonreír con nuestros logros”.
Al observar todo Acto Educativo desde el Coaching; resignificamos conceptos, miradas y análisis sobre procesos y aspectos específicos que forman parte del trabajo cotidiano de todo educador. Así, y a modo de ejemplo; conceptos tales como Aprendizaje, Desarrollo y Resultados que conforman parte esencial en las conversaciones escolares cobran valoraciones diferentes:
- APRENDIZAJE: Crecimiento-Salir de lugar en el que me encuentro para ingresar a uno nuevo y superador. Cambio de mirada sobre mi propia creencia escolar
- DESARROLLO: Transformación. Mirar, ver, decir, escuchar, concluir…desde nuevos y diferentes puntos de vista.
- RESULTADOS: Ni Bueno, ni malo. Un nuevo punto de partida. Parte del Proceso de aprendizaje
No se trata de “nuevas definiciones ni nuevas conceptualizaciones”; sino de nuevas miradas sobre una realidad que tendemos a naturalizar desde el: “así es”; así se hace”; “así funciona”…donde las creencias sostenidas condicionan todo proceso de aprendizaje colectivo e individual.
Sí se trata de un nuevo lente para repensar planificaciones de secuencias didácticas; recorte de contenidos, estrategias y/o recursos valorados. De una profunda revisión del diseño de clases. De elecciones cotidianas para transformar acciones cotidianas. De acompañar a nuestros alumnos y alumnas a revisar y superar sus aprendizajes; facilitando observaciones y distinciones de sus propios procesos; cambiando el observador:
- De la Dificultad, a la “Posibilidad”
- Del No llego, al “Aún No llegué”
- Del No Puedo, a lo “Estoy intentando”
- Del No Sé al “Quiero Saber”
- De la Reacción a la Acción
- Del me equivoqué como obstáculo al me equivoqué como oportunidad
Licenciada Flavia Sarquís Gestión Educativa,
Rouge – Perfil