La educación ambiental para la biodiversidad (EAB) se encuentra dentro del amplio y complejo campo de la educación ambiental y se focaliza en la problemática de la pérdida de biodiversidad. En el artículo 13 de la Convención para la Diversidad Biológica, se reconoce la necesidad de crear conciencia y educar al público. Gonzalez Gaudiano dice: “… la gestión de la biodiversidad es un asunto complejo y no se encuentra sólo en manos de los expertos, sino que requiere de la movilización de las personas precisas en cada caso, a nivel individual y colectivo… Pero muchos sectores y grupos implicados en las estrategias de biodiversidad aún no se percatan de la importancia del cambio social, ni del papel que puede desempeñar la educación”.
CUANDO LA BIODIVERSIDAD SE ENLAZA CON LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
Las principales diferencias entre enfoques de la conservación de la biodiversidad pueden distinguir entre los objetivos que persiguen (¿qué biodiversidad conservar?), las estrategias que plantean (¿cómo conservar la biodiversidad?) y los destinatarios de las acciones (¿para quién conservar la biodiversidad?). Por lo tanto, estos enfoques influyen en la educación ambiental para la biodiversidad (EAB). A continuación vamos a usar algunas clasificaciones que nos ayudarán a comprender, con mayor profundidad, los temas, los programas, las acciones, los objetivos, las estrategias y los destinatarios de la EAB. En algunos casos describimos posiciones extremas, para enfatizar diferencias, sin embargo, en los casos concretos de la realidad, podemos observar posiciones intermedias.
Según la postura que asumamos en educación, podemos pensarla como meramente instrumental, constructivista, crítica, etc. No pretendemos hacer un análisis exhaustivo de las diferentes corrientes en educación pero, sí, diferenciar algunas por ser las más extremas o las más comunes. La mirada instrumental es muy común en educación ambiental y la relega a una adquisición de información, o de un producto a consumir, o a la transmisión de saberes universales con función homogeneizadora. En general, enseña respuestas, pero no a preguntar, y en pocas ocasiones profundiza sobre las causas y la complejidad del problema.
En cambio, cuando se asume una postura constructivista, ésta no es solamente una metodología “activa”, sino que requiere lograr el protagonismo de los participantes, para que éstos le brinden sentido a lo que hacen, en un proceso interactivo situado en un contexto cultural e histórico. Las pedagogías críticas aspiran a la transformación y la generación de nuevos estilos de conocimiento, promoviendo la interdisciplinariedad y el diálogo de saberes. Así, cuando preguntamos a docentes y guardaparques mendocinos si es necesario realizar educación ambiental para la biodiversidad, la gran mayoría estuvo de acuerdo. Sin embargo, cuando profundizamos en cómo hacerla, la mayoría propone formas instrumentales de llevarla a cabo. De esta manera, se obtienen escasos resultados y se desprestigia el gran valor que tiene la educación ambiental como motorizadora de cambios.
NATURALEZA Y CULTURA
En base al artículo sobre “Crisis de diversidad biológica y cultural”, reconocemos la multiplicidad de formas en la que los seres humanos podemos relacionarnos con la naturaleza y que la estrecha relación entre biodiversidad y diversidad cultural nos permite hablar de “Educación ambiental para la diversidad biocultural” (EABC).
La EABC ha estado históricamente más ligada a la enseñanza de las ciencias naturales, y se centra en el desarrollo de las capacidades intelectuales y afectivas “en” y “acerca” de la naturaleza. Fortalece una variedad de formas de conectarse con la naturaleza, entenderla mediante el pensamiento científico, apreciar su belleza, valorar individuos de especies emblemáticas y disfrutar del entorno natural como forma de mejorar la calidad de vida. A menudo, desde esta perspectiva se prescriben recetas técnicas como solución a los problemas. En cambio, cuando hacemos más foco en proveer contenidos y materiales que sean útiles para trabajar la mirada de la EABC, nos acercamos a los problemas que surgen cuando se pretende dar continuidad a los procesos evolutivos y ecológicos y de mantenimiento de la diversidad biológica en estrecha relación con la diversidad cultural.
VALORACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
La valoración de la biodiversidad, determina la forma en que la entendemos. Existen muchas formas de clasificar los valores que se le asignan a la biodiversidad. Aquí tomamos dos clasificaciones. Una que distingue el valor intrínseco y el utilitario. El primero hace referencia al valor ético que tiene la biodiversidad simplemente por el hecho de existir. El segundo, es antropocéntrico, y el beneficio que provee la biodiversidad puede ser en bienes (alimento, medicina, material de construcción, etc.), servicios (procesos ecológicos como la polinización, dispersión, reciclado de nutrientes, etc.), información (ingeniería genética, conocimiento ecológico local, etc.), o psico-espirituales (inspiración, belleza estética, conocimiento científico, etc.). Hoy es cada vez más usado el término de “servicios ecosistémicos”, que es una valoración utilitaria de la biodiversidad.
Otra clasificación que puede usarse para valorar la biodiversidad es la siguiente: valor directo, indirecto, por opción y por existencia. Las dos primeras están alineadas al valor utilitario de la clasificación anterior. En la directa se consideran los productos obtenidos por las personas, y en la indirecta los beneficios provistos sin que se obtengan o destruya un recurso.
En esta última se ubican los “servicios ecosistémicos”. La valoración de opción se refiere a que la sociedad pretende conservar algo en un determinado nivel de biodiversidad, por ejemplo, una variedad o una especie, por su potencial beneficio en el futuro y, por último, en la valoración de existencia, las especies tienen el mismo derecho a existir que nuestra especie. Este valor llevado al extremo en conservación, puede significar que las personas son las que decidan qué especies continúan existiendo.
La valoración económica de la biodiversidad, puede enmarcarse en la economía clásica, o en otras dos alternativas. Estas últimas son la economía ambiental y la economía ecológica. Se diferencian en la forma en que tratan el problema de las externalidades ambientales (actividades que afectan a otros positiva o negativamente, sin que éstos paguen o sean compensados). La primera valora monetariamente los beneficios y costos ambientales, en cambio, la segunda propone interrelaciones dinámicas entre los sistemas económicos y el conjunto de los sistemas físico y social. Por lo tanto se ocupa de la equidad, la distribución, la ética y los procesos culturales. El valor monetario de la biodiversidad, puede tener un valor de uso, pero no necesariamente es el valor de mercado.
PROPUESTA
Los docentes poseen la capacidad para elegir y emprender procesos de formación continua y buscar materiales que les provean herramientas para discernir, discutir, e investigar. Confiamos en su capacidad de seleccionar problemáticas relevantes, tomar conciencia de sus propios enfoques y conductas, contrastarlas con otros puntos de vista y con datos procedentes de la realidad, y tomar decisiones. Sin embargo, no se nos escapa que por más que los docentes sean activos y críticos, no siempre esto los convierte en autónomos y libres para imprimir a su trabajo la dirección que desean. Para ello es necesario establecer diálogos con los otros, diálogos entre conocimiento científico, técnico, local y tradicional.
En este sentido, les proponemos asumir la tarea de la educación ambiental para la diversidad biocultural (EABC) identificando en cada texto, cada video, cada problemática, las diferentes posturas, escalas, enfoques y miradas, y analizarlas en su contexto.
Gabriela Díaz es profesora, licenciada y doctora en Ciencias Biológicas. Docente de la UNCuyo y Tecnicatura en Conservación de la Naturaleza en el sur de Mendoza.
Fuente: Los Andes