«Estimadas familias: nos avisan que un alumno es contacto estrecho de un caso confirmado. Todo 5º grado queda aislado por diez días”. “Chicos: sigan las tareas asignadas en la plataforma, mañana deberán entregar el ejercicio de matemáticas”. Desde el comienzo del ciclo lectivo, hace casi un mes en todo el país, mensajes similares se repiten en correos y whatsapps de padres y alumnos, con la ‘nueva normalidad’ educativa en marcha.
Además de virtualidad y presencialidad, al glosario debieron incorporarse otros términos: sistema dual, escuela híbrida, protocolos, burbujas, organización familiar, desigualdad, deserción, falta de acceso a la conectividad. “Pero se dice poco sobre el trabajo docente, y algunas cosas cambiaron mucho. Hoy trabajamos en distintos escenarios que hay que contemplar y analizar”, dice Federico del Carpio, profesor y licenciado en Ciencias de la Educación de la UBA, además de docente en escuelas secundarias. “Cuando el año pasado quienes enseñamos ya habíamos adquirido hábitos y estrategias, apareció una nueva forma de trabajar. Y tuvimos que reaprender a generar otras igual de potentes para lograr aprendizajes profundos”.
Esos escenarios que identificó Del Carpio -y que alcanzan a todos los niveles-, requieren, además, de un elemento adicional para llevarse a cabo con éxito: “Comprensión y colaboración entre directivos y docentes, pero también con familias y alumnos”, dice. En el primer escenario con el que se encuentran, el docente está de manera presencial. Hay un grupo en el aula y otro en sus casas, trabajando en forma asincrónica. “Eso requiere distintos tipos de planificaciones didácticas, e implica doble trabajo para el docente. No hay tiempo para calificar y es muy costoso en términos de cantidad de trabajo, porque a veces no se cuenta con las horas institucionales para hacerlo en las escuelas”, explica.
En el segundo escenario, el grupo que estaba en su casa trabaja en forma sincrónica. “Aquí, el docente debe doblar su atención. Atiende a los de enfrente y hace partícipes a los virtuales. Al principio puede parecer desquiciante, pero si se le toma la mano, sirve. Un colega contó que los hace trabajar en grupos mezclados, con documentos compartidos, generando una dinámica de grupo completo”, cuenta.
Otras opciones se dan cuando el docente está en el aula, presencial, pero la clase está trabajando virtual de manera sincrónica. Esto se da cuando la burbuja fue aislada, y suele ser de un momento a otro. “Implica cambiar la planificación casi completa. Quizá ese docente no tuvo las últimas 48 horas a esa burbuja, y debe cambiar lo que tenía planificado y luego volver a la inicial. Esto, sin considerar las complicaciones que pueden generar no contar con lugares para conectarse adecuadas”.
Al revés, si el docente está virtual y hay un grupo en el aula y otro virtual sincrónico desde casa, “el maestro está conectado con todos, sabiendo que unos están físicamente juntos y otros no. Tal vez trabajan lo mismo, pero de forma diferente. Aquí se pueden buscar alternativas, como coordinar un debate o pedir que quienes estén presenciales hagan actividades manuales, por ejemplo”.
En el último escenario, el docente está virtual desde su casa y todos trabajan de manera virtual sincrónica. “Es la virtualidad que conocimos el año pasado. Ya estamos un poco más cómodos acá. Salvo cuando te avisan el mismo día que será así”, agrega.
¿Es posible sostener esta realidad? “Esta es la escuela de 2021, que no volverá a ser la misma de antes de la pandemia. Todos queremos más presencialidad, y trabajamos todos los días para lograrla, porque sabemos cuánto afecta esta realidad a la organización familiar”, asegura el experto.
“El mensaje a las familias es simple: que confíen en que las decisiones que tomamos no son arbitrarias, tienen fundamentos pedagógicos para lograr la mayor potencia posible”, dice. “Si una burbuja está aislada, por ejemplo, no sirven de nada cinco horas de videollamada. Una actividad asincrónica es quizá más potente que un docente en streaming y un alumno distraído”, concluye.
Evalúan impulsar nueva ley de formación
El ministro de Educación nacional, Nicolás Trotta, adelantó ayer “las tres prioridades” sobre las que su ministerio trabaja, según dijo, “pensando en las transformaciones necesarias al interior del sistema educativo en la pospandemia”. Además de la obligatoriedad de la sala de 3 años y un replanteo de la escuela secundaria, destacó la formación docente como “eje de la calidad educativa”. “Vamos a discutir una nueva ley que no contemple solamente la educación universitaria, sino la educación terciaria y la formación docente. Si nosotros no ponemos en la centralidad de nuestras políticas públicas la formación docente, no hay transformación positiva y posible de la sociedad”.
Y agregó: “Cuando hablamos de formación docente no solo nos referimos a la formación inicial en los más de 1.300 institutos que hay en todo el país, sino también a la carrera docente y el salario. Debemos generar una mirada homogénea que jerarquice a los docentes como actores centrales para la transformación de la Argentina, no podemos pretender tener docentes preparados para el desafío del siglo XXI con condiciones de trabajo, en algunos casos, del siglo XIX”.
Según se anunció, en el presupuesto 2021 se prevé un aumento de la inversión del 186%.
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