Carlos Torrendell, el gran defensor de la educación privada que está en contra del sistema de vouchers

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Carlos Torrendell es una rara avis del mundo de la política y la educación. Un fuera de libreto que proviene del pensamiento católico liberal, un acérrimo defensor de la educación de gestión privada, muy respetado entre los expertos, por su “ecuanimidad”. Suele moverse en casi todos los ámbitos, de inamovible traje. Siempre participa de los congresos sobre educación. Y aunque en esos ámbitos los progresistas son mayoría, “Charly”, tal como lo conocen, resulta alguien “entrañable”, para la mayoría. Puede ser divertido y muy agudo e irónico, y enrolarse en debates imposibles con quienes piensan lo contrario que él, y aún así, jamás se mostrará intransigente.

“Se lo respeta mucho, aún en las antípodas de su pensamiento. Se lo considera un hombre de la fe, y a la vez, de la ciencia, muy del consenso, lúcido, serio y pluralista, capaz de debatir con altura cualquier tema, un infrecuente”, asegura Mariano Narodowski, del Observatorio Argentinos por la Educación, a LA NACION. Es un hombre que proviene de la educación privada y que promoverá un nuevo protagonismo de esta a nivel escolar. Es una incógnita qué ocurrirá con las universidades públicas, ya que el nuevo gobierno se pronunció a favor del arancelamiento, aunque todavía no hubo una definición del nuevo secretario al respecto.

LA NACIÓN se contactó con el flamante secretario y con la Universidad Católica Argentina (UCA), donde trabaja, para consultarle sobre sus propuestas para la nueva gestión, pero no obtuvo respuesta.

La elección de su nombre como secretario de Educación del gobierno de Javier Milei resultó para muchos una buena noticia. No sin suspicacias, tanto por lo que va a hacer como por lo que no va a hacer: más de uno se pregunta por qué un gobierno que llegó al poder haciendo una prédica de los vouchers, del arancelamiento de las universidades públicas elige como secretario de Educación a un especialista que es crítico de la teoría neoliberal y particularmente de la Escuela de Chicago en materia de gestión educativa y que cuestiona la mercantilización de la educación.

No es menor el desafío que tiene, en una cartera que perdió su rango de Ministerio por primera vez desde los años del presidente de facto Juan Carlos Onganía. Torrendell es el gran defensor del rol de la sociedad civil en la educación, es decir con él, la alicaída educación privada, que atraviesa una larga agonía, con colegios que cierran en todo el país y que no se salvan ni con la subvención del Estado del ahogo de la inflación, tendrá una nueva vida. Pero no por los vouchers. A lo largo de su carrera académica, Torrendell estudió en profundidad el sistema de vouchers y consideró, tal como plasmó en sus escritos, que había fracasado, que no lograba mejorar la oferta educativa y que aumentaba las desigualdades. Tampoco sirven, dice, las “escuelas chárter”, “tercerizadas”, como llama a las escuelas con subvención del Estado, como sucede hasta ahora, que no tienen autonomía para definir contenidos, sino que responden a la bajada del Gobierno. En cambio, es de esperar que el nuevo secretario impulse una rejerarquización del rol de las comunidades educativas, privadas o públicas, religiosas o asociaciones civiles que sostienen a las escuelas sin un ánimo de lucro.

Intentará revitalizar el protagonismo y la autonomía de estas para definir contenidos. El rol del Estado, según escribió, será el de acompañar, fomentar, supervisar, controlar, sin que eso significa un “disciplinamiento o control social”.

Esto puede ser una pista de qué ocurrirá con la Educación Sexual Integral, ya que Torrendell se manifestó en contra de la forma en que se imparte. Esto podría significar que se intente derogar la ley nacional, o incluso, que sin modificar el texto se cambie su interpretación y la forma de impartirla.

¿Por qué se lo eligió? Para muchos es una incógnita. Hay que reconocer que las opciones para el campo de pensamiento y acción política del nuevo gobierno no eran muchas, se dice por lo bajo, porque en materia de educación son mayoría los progresistas. Una vez que se cayó Martín Krause, por sus dichos considerados antisemitas, no eran tantas los nombres.

Torrendell es un liberal en contra del neoliberalismo. Es una derecha, culta, y pluralista, dicen quienes lo conocen.

Según se lee en sus escritos, los resultados negativos de las pruebas PISA o Aprender no lo preocupan. “El positivismo pedagógico reduce a la cultura a la sola dimensión de lo cuantificable”, dice. La Teoría del Capital Humano, dice, “afecta a nuestras escuelas y a las políticas educativas en la actualidad y trata de reducir los problemas educativos al aprendizaje de contenidos restringidos. Esto se potencia, a través de la implementación de un sistema político de medición de sucesivas variables, las más sofisticadas referidas al aprendizaje y a la calidad de la educación a través de los famosos exámenes PISA y los operativos regionales y nacionales de evaluación”, escribe el propio Torrendell.

La opinión de los referentes

“Tiene una gran virtud, que es un tipo muy tranquilo, muy sensato, muy de los consensos. Esto sorprendió gratamente al mundo de los referentes, porque La Libertad Avanza anunció en su campaña una serie de banderas y ahora estamos contentos porque vemos que no se van a cumplir. Específicamente su obsesión por el tema vouchers. Esto trajo tranquilidad”, dice Manuel Alvarez Trongé, presidente de Educar 2050.

Torrendell tiene 53 años, tiene dos hijos y es viudo. Ana, su mujer, que también era docente de la UCA, falleció hace tres años y medio. Nació en la ciudad de Buenos Aires e hizo la primaria y la secundaria en el colegio La Salle. Cuando terminó sus estudios, quiso estudiar abogacía, pero desistió al poco tiempo y se cambió a la licenciatura en educación, pero en la Universidad Católica de Chile, de donde egresó en 1995. Después, sumó una larga lista de especializaciones y post grados y doctorados, siempre en universidades privadas y casi todas religiosas. Él va a decir que se formó en la escuela pública de gestión privada. Y quien conoce su pensamiento, entenderá por qué. De hecho, hoy no solo es profesor de historia de la docencia en la Universidad Católica Argentina (UCA), sino que también es una figura muy relevante en el instituto de formación docente.

No es casualidad que su enfoque en educación sea justamente una reivindicación de la educación privada, un dato que no es menor. La escuela privada, según describe en sus artículos académicos es pública, como señala la Ley Federal de Educación. Pero, dice Torrendell, una mala interpretación de este concepto significó que, por años, el Estado las haya tomado como servicios públicos privatizados y haya bajado contenidos sobre todo el sistema educativo. Él lo interpreta distinto: la escuela siempre es pública, porque es la sociedad (la llama “sociedad educadora”) y no es Estado, quien ejerce el derecho que garantiza la Constitución, la “libertad de enseñar y aprender”.

Esta es una idea que viene de los años de Frondizi, explica Narodowski, que lo tuvo a Torrendell como alumno en la Universidad de San Andrés. El futuro secretario de Educación, abraza una tradición intelectual que se remonta en la Argentina al pensamiento católico del siglo XIX, principalmente en la figura de José Manuel Estrada y en el siglo XX con Enrique Mayocchi y Alfredo van Gelderen. “Es una reivindicación de la libertad de enseñanza, de enseñar y de aprender, como garantiza la Constitución, pero que no es un derecho del Estado de impartir enseñanza sino de la sociedad, de aprender”, explica Narodowski. Esto refuerza la idea de que cada escuela tenga una autonomía, dentro de un perfil general de contenidos. Y que la gente elija libremente, detalla.

Estos conceptos los explicó en su artículo, “La educación privada: entre el neoestatismo y la sociedad civil”, en 2014, donde además, ya hablaba críticamente del sistema de vouchersLas escuelas privadas, dice Torrendell fueron asimiladas a un servicio público. Están en manos privadas pero la comunidad no decide. Eso tiene que cambiar, considera.

“La educación privada se convierte en un servicio tercerizado o de franquicia, como si fuera el trasporte público. El Estado asigna funciones educativas a las escuelas privadas siempre que estas dependan y actúen por su delegación y no en nombre de las asociaciones o grupos de la sociedad civil que en realidad son sus verdaderos inspiradores y quienes la sostienen. Se niega así, indirectamente el derecho a educar de la sociedad civil”, dice. Aquí se de una pista de cuál será el rol del Estado bajo su función.

¿Qué pasa con los vouchers?

El modelo de los vouchers en educación fue el caballito de la campaña. Pero no es una idea nueva: nace de una propuesta impulsada por el economista Milton Friedman en 1955, tantas veces reivindicado por Milei, que influyó fuertemente en la llamada Escuela de Chicago, muy criticada por Torrendell en lo educativo. ¿Cómo es posible? “Torrendell tiene una postura escrita en contra de los vouchers”, apunta Narodowski.

No solo eso, sino que tiene una teoría “superadora”, que la llama la “diversidad de propuestas” que seguramente le gustará mucho al sector católico liberal. Justamente, serían quienes le acercaron el nombre a Sandra Pettovello, nueva ministra de Capital Humano, de quien dependerá Educación. Después de tres entrevistas con otros candidatos, Pettovello se inclinó por la propuesta de Torrendell. Su nombre habría sido propuesto por Santiago Santurio, electo diputado nacional y operador político del catolicismo liberal en el nuevo gobierno.

¿Qué piensa Torrendell de los vouchers?

En otro artículo, escrito en 2002, “School Choice, entre la libertad de enseñanza y la libertad de mercado”, Torrendell apunta: “No basta con dar mayores posibilidades de elección individual, por ejemplo a través del sistema de vouchers, sino que es necesario promover la diversidad de propuestas. La demanda aislada no parece un instrumento adecuado para generar ofertas (propuestas) que satisfagan a la sociedad en su conjunto y a la misma demanda”, dice.

En otro fragmento, agrega que un sistema tipo voucher podría afianzar las desigualdades existentes. Y sigue: “No se trata de que el Estado le traslade recursos al individuo (demanda) para que configure un mercado a su imagen, sino que parece adecuado insistir en la necesidad de promover una verdadera capacidad de elección pero coordinadamente fomentar propuestas (ofertas). Lo contrario, paradójicamente, sería implantar una nueva homogeneización cultural, no ya en manos del Estado sino en las del mercado”, dice Torrendell

Hacia el final del artículo hace algunas sugerencias: no regresar al monopolio del Estado en Educación ni sumirse a la voluntad del mercado.

¿Los subsidios no se van?

La propuesta de Torrendell es “una política educativa subsidiaria y participativa”, dice. Y sigue: “Una de las dificultades más graves que nuestra cultura padece es la ausencia, en vastos sectores, de la iniciativa personal y comunitaria en pos de objetivos comunes. Esto podrá sonar a liberalismo en oídos no acostumbrados a frecuentar la filosofía social cristiana”, dice. (No confundir la “Doctrina Social de la Iglesia”, con la Teología de la Liberación, que dio origen al movimiento de los curas villeros. Al contrario, Torrendell está en las antípodas, en la otra vereda del Papa Francisco y mucho más cercano a la prédica de Benedicto XVI).

¿Qué propone entonces para la educación? El texto sigue: “Es justamente la visión de una sociedad dinámica en donde cada integrante, individual y colectivo, provee al bien común con el máximo esmero los resultados de sus capacidades y talentos en alianza cooperativa. No se trata de buscar el interés egoísta motivado por el éxito individual”, apunta. “En este esquema, lo resaltamos, el Estado no es un convidado de piedra. Su labor, es la de convertirse en un promotor, animador, colaborador, coordinador y contralor de las fuerzas sociales para que las mismas desarrollen sus capacidades y multipliquen los bienes y servicios a su alcance. El Estado pues tiene un rol central que consiste básicamente en ayudar a la sociedad a constituir nuevos protagonistas, nítidos en su identidad y con las fuerzas suficientes para llevar a cabo su misión incardinada en el bien común. (…) Coloca su poder al servicio de la sociedad en general colaborando, coordinando y, sin duda alguna, controlando”, dice.

En este punto, un gran dilema es qué ocurrirá con la Ley de Educación Sexual Integral. El discurso del nuevo gobierno fue que iba a derogarse. Algunos creen que Torrendell podría avanzar en ese sentido. Otros, consideran que podría ser más estratégico, sin necesidad de derogarla, aplicar el texto que no habla de perspectiva de género, e incluso permite que cada comunidad aplique sus propios valores y creencias.

Controlar, dice el texto de Torrendell, “pero, aclaramos, no diseñando mecanismos de homogeneización, disciplinamiento y control social sino supervisando la justicia y el destino de la ayuda brindada por el mismo Estado para que sea aprovechada al máximo en el caso de ser necesaria. Esta reconstrucción del tejido social en la Argentina es una tarea ciclópea que deberá ser delineada con sumo cuidado y realismo y sobre la base de diagnósticos precisos de las capacidades de cada uno de los sectores sociales”, concluye.

Fuente: La Nación


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