El mundo cambió desde el siglo pasado. Ya lo sabemos. Los paisajes, las personas, las formas de pensar, de sentir, de proyectarse. La comunicación, los valores morales, la economía, las expectativas. ¿Cómo no va a cambiar la educación?
Los objetivos que se plantearon hace más de un siglo no son los mismos que necesitan las generaciones actuales, donde la información es recibida en un instante a través de los buscadores y redes sociales. El mundo puede confluir en un sitio, observando lo mismo. Antes no se accedía a información del mundo con la inmediatez actual. No es novedad.
Causa impresión este poderío y es una realidad que está entre nosotros, por tal motivo debemos tomarlo y trabajar en ello. Las nuevas generaciones acceden a dispositivos a muy temprana edad y aprenden rápidamente cómo utilizarlo.
Todo lo que estoy relatando no es novedad para ninguno de los lectores. Es una introducción para la siguiente pregunta: ¿Dónde queda la persona con tanta información? Las particularidades, su ser en el mundo, su mirada diferente, sus pensamientos separados de las redes sociales… ¿Cómo se ve en relación a su propia vida? Si se puede tener acceso a todo en cualquier momento, ¿cómo no perderse?
Desde mi trayectoria profesional siempre seguí un camino distinto. No me encuentro identificada mucho con la convencionalidad. Me gusta crear y cambiar. Jugar, bailar, actuar. Los años me vuelven más libre y creativa.
Considero que nos llenamos de etiquetas vacías y formularios sin sentido. Los diagnósticos nunca hablan de la persona, de sus fracasos y sus sueños por cumplir. Jamás hacen hincapié en sus potencialidades.
Somos personas en contexto. Un mundo, un país, una ciudad, una familia, amigos, conocidos, extraños. El lugar que habitamos. Una historia. Un organismo. En transformación constante. Todo eso nos hace únicos e irrepetibles. El modo que habitamos este trayecto en la vida es la clave.
Existe mucha frustración en la gente en general. Miradas perdidas, como si la alegría de vivir hubiera quedado en el cofre de los recuerdos. Frecuentemente la queja es la carta de presentación.
Adultos y niños. Lo suelo percibir también en los más pequeños. Como si ya cargasen con mochilas pesadas y el juego sea algo prohibido y lejano. Exigidos para hacer las cosas bien. Hay que tener amigos, ir bien en la escuela, ser buen hijo, hacer bien los deportes y cualquier otra actividad. No saben cómo decir que no y les cuesta registrar sus emociones. Claro, igual que a los adultos.
Entonces creo que para recuperar la fuerza de la alegría debemos encontrarnos con lo más sutil, profundo. Aquello que nos sostiene. Nuestra Madre Tierra. Encontrarnos con nuestra esencia a través de ella.
Hablamos de una manera tan abstracta del medio ambiente que cuesta hacerlo cercano, posible. Todos sentimos esa plenitud indescriptible luego de estar en contacto con la naturaleza. Mar, cordillera, campo. ¿Por qué será? Somos naturaleza. En nuestro encuentro nos habitamos. Luego, en lo cotidiano nos vamos enajenando paulatinamente.
Es menester entonces que nos apropiemos de nosotros mismos, que nos eduquemos para tal fin. Por este fundamento comienzo a transitar la educación psico socio ambiental. El ambiente nos transforma y lo transformamos a través de una danza constante. Es un modo de instalarnos en nuestra existencia con acciones concretas que podemos aprender.
Me encanta compartir con ustedes la invitación a acercarnos a propuestas concretas, un paso hacia la educación psicosocio ambiental que nos transforma.
Como presidente de la fundación Siendo, les presento con mucho entusiasmo esta iniciativa en la cual nos beneficiamos todos. Un programa realizado con nuestro equipo, conformado de personas bellas, inquietas y desafiantes. Están invitados en este paso todos los colegios. Comenzamos con la localidad de Cipolletti para organizar nuestra logística, pero a partir de ahí el Alto Valle estará invitado, sumando fuerzas, alegría y haciendo de la educación, un espacio de juego.
Festejamos la vida, el regreso a la presencialidad y estimular a que la infancia y la adolescencia esté en el lugar protagónico que merece. Todos podemos sumarnos, apoyando a algún colegio.
Diario Rio Negro