El problema no es lo ideológico, sino las trabas cotidianas», se sinceró anoche una fuente oficial para explicar de alguna manera la renuncia «indeclinable» de la viceministra de Educación de la Nación, Adriana Puiggrós , que, dicen, no sorprendió ni al titular de esa cartera, Nicolás Trotta , ni a los integrantes de ese gabinete. «No se pueden dar debates profundos en medio de las urgencias. Era constante la crítica a todo», ensayó esa fuente oficial al concluir que «no hubo consenso posible» entre las ideas y las acciones de Trotta y de Puiggrós.
Casi desde el inicio de la relación entre ambos, en la campaña presidencial de octubre pasado, eran claras y públicas las diferencias de criterio sobre el futuro de la educación en el país, que se profundizaron durante este inédito año escolar marcado por la suspensión de clases presenciales y la necesidad de que los chicos puedan mantener el aprendizaje a distancia.
Desde un megaencuentro de pedagogos peronistas y kirchneristas en el auditorio de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), que lideraba Trotta, Puiggrós había planteado la columna vertebral de la política educativa que, al llegar al gobierno nacional, no pudo desarrollar.
Se la recordará más por sus declaraciones altisonantes que por sus aportes puntuales en medio de la pandemia. «El coronavirus infectó sociedades humanas enfermas de neoliberalismo. La destrucción ambiental llevada a cabo por el capitalismo financiero liberó el virus. El irrefrenable impulso de los dueños del capital produce una espiral que se retuerce engullendo a la sociedad», había planteado en Twitter en abril pasado, cuando el país transitaba sus primeras semanas de confinamiento obligatorio.
Ya era conocida su postura de que las evaluaciones educativas eran un «instrumento de control». No solo lo había planteado en una entrevista al portal El Cohete da la Luna, de Horacio Verbitsky, sino que en esa misma línea había anticipado en octubre la eliminación no solo de las pruebas internacionales para medir el aprendizaje de los alumnos argentinos, sino que también había avalado las propuestas de otros pedagogos sobre la inconveniencia de testear los saberes de los docentes.
En mayo pasado, mientras los epidemiólogos no acertaban a decir cuándo sucedería la curva de contagios y se podría regresar a cierta normalidad, que incluiría el retorno a las clases presenciales, con su dirección pedagógica el Ministerio de Educación de la Nación repartió 18 millones de cuadernillos escolares del programa «Seguimos educando», en los que sobresalían los elogios al primer gobierno de Juan Domingo Perón,especialmente por los avances en leyes laborales, y se omitían legislaciones sobre el sector previas a esa administración, que entonces deformaban el conocimiento del devenir histórico para las nuevas generaciones.
Hoy, el ministro Trotta prefirió no hablar públicamente sobre la dimisión, ni sobre quién ocupará su cargo. La ahora exfuncionaria tiene 78 años, es doctorada en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México, diploma al mérito educativo del Premio Konex 1996, convencional constituyente nacional, diputada nacional (1997-2001 y 2007-2015), secretaria de Ciencia y Técnica nacional entre febrero y diciembre de 2001, directora general de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires (diciembre de 2005-diciembre de 2007).
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