Después de recibir a varias familias que le pidieron retirar a sus hijos de las clases de educación sexual integral (ESI), la seño Celia «Cheli» Castellano decidió que no alcanzaba con explicarles que se trata de un derecho de los niños y que no hay un día ni un horario específico para hablar del cuidado del cuerpo o del respeto por el cuerpo de los otros. Entonces, invitó a madres, padres y abuelos a participar de un taller de ESI donde compartieron las mismas lecturas, actividades y preguntas que normalmente plantean sus hijos.
«Es necesario que las familias estén al tanto de cuáles son los contenidos y los ejes de la educación sexual integral, porque hay mucha información errónea dando vuelta y la mejor manera de clarificar cómo son las cosas es que las escuchen de las voces de los propios docentes y del personal de las escuelas», señala Castellano, directora del jardín de infantes Nº 318, del barrio Santa Lucía, en Buenos Aires .
No se trata de una tarea aislada. Los encuentros entre docentes y familias para hablar de educación sexual fueron una de las iniciativas que acercó a las escuelas este año el Ministerio de Educación de la provincia. Para eso, en el aula abierta del programa «De ESI se habla» se incluyeron materiales audiovisuales y lecturas pensados especialmente para compartir con madres, padres, tíos o abuelos.
La ley 26.150, que crea el Programa Nacional de Educación Sexual Integral, cumple en octubre 13 años. La norma busca garantizar el derecho de niños y adolescentes a recibir «conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados». El Consejo Federal de Educación estipula cuáles son estos contenidos, desde una perspectiva integral; es decir, considerando los diferentes aspectos que la caracterizan: biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos, según la propia ley.
Sin embargo, después del debate en torno a la ley de interrupción legal del embarazo se sucedieron manifestaciones, mensajes en las redes con mentiras sobre la implementación de la ley de educación sexual: desde que en las clases se muestran películas pornográficas, hasta que se busca orientar las sexualidades de los niños; se dijo de todo.
«Por eso —dice la seño Cheli— aceptamos el desafío de que estos temas sean tratados con la comunidad escolar, para que los adultos sepan que en el nivel inicial, por ejemplo, la educación sexual integral está pensada para fomentar el autocuidado, el cuidado del propio cuerpo y el respeto por el cuerpo del otro. Cuando podemos transmitir esto, nos podemos poner de acuerdo».
Un espacio
Karina Van Zandweghe es vicedirectora en la Escuela Nº 1.263 Joaquín V. González, de Derqui al 6500, un colegio primario de jornada común y ampliada al que asisten unos 430 chicos. En nuestra escuela trabajamos por proyectos áulicos que las maestras proponen y planifican y los directivos supervisamos; en eso la educación sexual integral es un área transversal, es un derecho de los niños que no puede no estar presente», señala.
Esos proyectos, cuenta, están desde siempre a disposición de las familias; pero además, en cada reunión de padres se habla sobre la importancia que tiene ese espacio y se aprovecha a contrarrestar «muchas dudas y muchos errores sobre los temas que se trabajan».
En las próximas semanas tienen además programado invitar a las familias a participar de un taller de ESI. «Después que les explicamos cuáles son los contenidos, que les mostramos que los materiales con los que trabajamos son los del Ministerio de Educación, los adultos se quedan tranquilos», señala la docente y remarca que «en los chicos y las chicas se refleja mucho interés por dar ESI, les gusta trabajar y es un espacio donde pueden expresarse, exponer sus sentimientos, sus valores».
En la clases, afirma, los chicos preguntan sobre todo. Quieren saber cómo se produce un embarazo, pero también cómo saber si están enamorados. «Lo toman muy en serio. Es una equivocación creer que en ESI se habla sólo de sexo o de sexualidad. Hablamos de valores, de sentimientos, es mucho más que la genitalidad», señala y afirma que en esto «los chicos la tienen más clara que los adultos, se expresan con mayor libertad, con un vocabulario adecuado y no tienen vergüenza en preguntar».
La Capital