Hace unos días una amiga me consulta qué computadora notebook podía comprarle a su hija de 10 años para que pueda utilizarla para el colegio. Su presupuesto como mucho oscilaba entre ocho mil y se puede «estirar» hasta nueve mil pesos con mucho esfuerzo. Su requerimiento es similar al que piden casi todos los padres: que no sea lenta, que sirva para hacer varias cosas, buscar, aprender y sobre todo que les dure.
Hay colegios privados donde la computadora hoy es un requisito más en la lista de útiles escolares al comenzar el año lectivo, porque saben que los padres la pueden comprar, pero ese universo de colegios-padres es extremadamente pequeño en un país con más de 40 millones de habitantes. La realidad es otra.
Cuando tuve que darle una respuesta, luego de esta feroz devaluación le dije que ni siquiera iba a poder comprar algo bueno poniendo el doble de dinero, es decir 16 mil pesos. Hoy con esa suma no se llega a comprar un equipo con procesador Intel i5, ni que hablar con un i7 (que ya no es lo último de lo último). Otro cantar es la memoria RAM y el almacenamiento de disco duro o sólido. Algo que recién empiece a cumplir las expectativas de mi amiga ronda los 23 mil pesos. Es decir, casi un sueldo completo, y para algunos es más que un sueldo, lo que es imposible. Todavía no llegamos al punto «pago en cuotas».
Los locales de computación hicieron un salto de un dólar de 18 a 30 pesos en seis meses, lo cual representa un aumento de más de 50% en el valor de los equipos. Gran parte del gabinete económico junto con economistas repitieron hasta el cansancio que «el valor del dólar estaba atrasado». Atrasado es la palabra que hace ruido, porque la única realidad es que el dólar alto atrasa el acceso a la tecnología y en la educación digital para los chicos y eso converge en que atrasa a los chicos en la inclusión en el mundo laboral y ferozmente competitivo para un universo enorme de niños cuyos padres no tienen la posibilidad de pagar lo que vale un equipo que realmente les sirva sin que terminen gastando dinero por algo que sea lento o no les sirva y en el peor de los casos dure poco.
Antes de esta devaluación muchos padres podían de alguna manera comprar un equipo relativamente bueno porque existían dos factores. El primero: un descuento en los aranceles de los equipos de computación que fue anunciado con bombos y platillos por el Gobierno que llegaba hasta un 35% menos (igual nunca se cumplió en la realidad ese porcentaje) y el segundo factor: es que los padres entre el celular que los chicos tanto piden y «estirarse un poco más» y adquirir una computadora, muchos optaban inteligentemente hacer ese esfuerzo para comprar la computadora. Hoy la brecha económica entre el celular y la computadora (que sirva) volvió a ser grande.
Nicholas Negroponte, fundador del MIT Media Lab, presentó hace 13 años el proyecto de OLPC (cuyas siglas en inglés se traduce a una computadora portátil por niño) donde el valor de esta no debía superar los 100 dólares, que, a hoy, en nuestro país equivale a tres mil pesos, sin contar el universo impositivo que nos ahoga a diario ni a los intermediarios.
Hace 10 años Uruguay fue el primer país en adoptar esta política educativa y tecnológica a través del llamado Plan Ceibal. Fue efectivo, el Estado como política se ocupó de que absolutamente todos los chicos tuvieran su computadora y por supuesto brindó otra a los docentes que se capacitaron en su totalidad para esta tarea. Las premisas fueron inclusión e igualdad para todos. En solo dos años llegaron al 100% de entrega de equipos. Por supuesto, como toda política de Estado tuvo criticas. Hoy, 10 años después, una de las principales fuentes de ingresos de dólares del país (que tanta falta nos haría a nosotros) proviene del desarrollo y la exportación de software. Los chicos salen del secundario sabiendo programar. Y como si esto no fuese suficiente, un grupo de estudiante de Tacuarembó acaba de ganar la competencia internacional Open First Lego League en California, Estados Unidos, donde se presentaron alumnos de más de cien países.
En Argentina se hicieron planes que, si bien fueron menos efectivos (igualmente todo aquello que acerque a los niños a la tecnología: sirve), que se desmantelaron como Conectar Igualdad o el Plan Sarmiento, hoy poco queda de ello y la realidad es que los planes educativos no estuvieron muy claros desde los comienzos, porque seamos claros y sinceros: no es lo mismo entregar computadoras y enseñar a utilizarlas que entregarlas y enseñar a producir con ellas. Nunca se capacitó correctamente a los docentes y tampoco nunca quedó claro la política del software libre o del software propietario para la educación en Argentina (que esto merece otra nota aparte).
Para programar cualquier lenguaje de los actuales que requiere el mercado (C, C++, PHP, JAVA, Phyton, SQL, etcétera) es necesario: saber leer y escribir, conocer inglés y, sobre todo razonar, entender la lógica de las acciones para poder decirle a una computadora lo que debe hacer y cómo debe hacerlo. El atraso es tan grande que tenemos es tan grande que ni siquiera los padres pueden comprarle una computadora a los chicos y de igual manera al día de hoy mi amiga aún no le pudo comprar ninguna computadora a su hija.
Por ello, antes de seguir justificando la suba del dólar con que está atrasado su valor, tengan en cuenta que cuanto más suba menos chicos podrán acceder al futuro, porque el dólar alto: atrasa la educación.
Marcos Mansueti, es especialista en seguridad informática, autor del libro «Paranoia digital». Director de las empresas Sueños Digitales Argentina, Universo Stream y Socialify.
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